Cambiar el mundo. Grada 136. Energía positiva

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Álvaro Roa

No han sido ni uno ni dos los que han querido cambiar el mundo durante su estancia en este maravilloso planeta. Es más, en estos momentos hay gente que cree que puede hacerlo, otros que se lo comienzan a plantear y otros que han desechando la idea. Por supuesto, sin olvidar a quienes nunca se han planteado algo así.

Y aunque es algo más propio de la juventud, es cierto que hay muchas personas de avanzada edad que siguen creyendo que se puede, ya no tanto por sus propios actos, pero si confiando en que quienes vienen detrás podrán lograr lo que ellos solo soñaron.

Creo que he pasado por todos las fases anteriores y seguro que hay muchas más, pero ahora me encuentro entre esos que creen que el mundo solo podemos cambiarlo a través de nuestro cambio personal, y que además esta transformación solo se verá en el mundo exterior dentro de mucho tiempo, puede que tanto que ni siquiera podamos disfrutarlo en nuestra experiencia vital.

Si nos fijamos, el mundo cambia a cada instante, de manera constante pero muy sigilosa y sin grandes manifestaciones, salvo contadas ocasiones. Creo que es la única manera de cambiar realmente el mundo.

Si tratamos de imponer unos cambios, rápidamente saldrán quienes se opongan. Como decía, las personas nos encontramos en distintas fases de nuestra vida y la visión es diferente a los ojos de cada cual.

Hay miles de formas de querer cambiar el mundo según las experiencias y educación de cada uno, pero en sentimientos todos coincidimos. Queremos un mundo en paz, donde nos respetemos todos, que haya alimento para todos y seamos felices.

Y es en esta coincidencia y en este punto de encuentro donde todos estamos de acuerdo, donde podemos trabajar en sintonía y crear ese mundo ideal que todos sabemos que es posible.

No se trata de elegir un sistema político, ni siquiera apoyarse en una religión u otra. Tan solo es cuestión de llegar a nuestro centro, a lo más puro de nuestro ser, donde emergen las mejores de nuestras cualidades, y sacarlo afuera. Ponerlo sobre la mesa en cada una de nuestras acciones. De nada sirve tener buenos sentimientos si no se reflejan en nuestros actos del día a día.

Cuando tapamos nuestras nobles palpitaciones con episodios turbulentos comienzan nuestros conflictos internos, las malas sensaciones, los arrepentimientos, las auto-fustigaciones y las torturas que nos llevan a perder la esperanza en la humanidad, tan solo porque la hemos perdido en nosotros mismos.

De la misma forma, cuando uno es capaz de sincronizar su interior compasivo con sus actos se reafirma, se siente mejor y disfruta de la magnífica sensación de verse dando lo mejor que tiene dentro. Al mismo tiempo, y de forma automática, recupera la fe en la humanidad, pues sabe que de la misma manera que ha podido, los demás también podrán. Sabe que no es nadie especial, ni diferente, tan solo ha sido capaz de mostrar lo mejor de su corazón a los demás.

Este último pensamiento te lleva también a ser compasivo y comprensivo con los demás, y sabes que unos lo conseguirán antes y otros después, incluso puede que haya quienes nunca lo consigan. Además, tu paz interior hará que no ataques ni consideres culpables a otros de que ese cambio del mundo que todos queremos se retrase.

Observar la humanidad con este prisma da mucha paz y tranquilidad. Y sabes que un día llegará a ser realidad. ¿Cuándo? Da igual, lo importante es saber que otros algún día disfrutarán de una situación que ahora tan solo podemos soñar.

¿quieres saber más?

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No han sido ni uno ni dos los que han querido cambiar el mundo durante su estancia en este maravilloso planeta.
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