La asociación cultural y juvenil Sambrona ha puesto punto y final a la cuarta edición de su programa de Micro-residençias artísticas, aunque el proceso de creación continúa, trasladando a otros espacios la reflexión y la investigación desarrollada por Mireia Pons, Helena Freiria y Carlota Miralbell.
Inicialmente el taller de educación en valores alternativos del Colectivo Cala organizó unos talleres de concienciación de sentimientos y herramientas para la resolución de conflictos, que aportó a las artistas formas de trabajar desde sus pensamientos y sentimientos con ellas y con las personas que les rodean.
La segunda semana se realizaron actividades con Manuela Pedrón, del Colectivo Jaime y Manuela, que guió a las artistas residentes a través de sus trabajos realizados anteriormente, como su experiencia en el Centro de Creación Matadero de Madrid como educadora.
Además de contar con estos profesionales, en el programa de residencia artística hay espacio para los vecinos, denominado ‘Disidencias’, en el que se plantean realidades de personas que no son visibilizadas para ofrecer a las artistas un espacio de encuentro y conocimiento sobre la localidad en la que residen. Este año, la temática que se ha abordado ha estado relacionada con la mujer rural y su invisibilidad.
Las tres artistas residentes han ido completando un proceso a través de diferentes relaciones que, de una forma espontánea, se han ido creando al recorrer Alburquerque y conocer a sus vecinos, lo que se ha visto complementado con los talleres más ‘profesionales’.
Este recorrido les ha llevado a encontrarse con la sabiduría popular ligada a lo oral, que quiebra el conocimiento ligado a lo académico. Una tradición que guardan con celo las mujeres y pasa de generación en generación.
Este proyecto ha concluido con una instalación artística que ha resumido los procesos creados durante su desarrollo. Ha consistido en construir una cabaña y convertirla en el tema de conversación de los vecinos del barrio medieval de la localidad. Mireia, Helena y Carlota también han sido las protagonistas de la intervención en la antigua torre defensiva del perímetro amurallado que aún resiste de la fortaleza del castillo de Luna. De un espacio de ajusticiamiento y lugar de encuentros azarosos y de amores imposibles ha pasado a ser un espacio para compartir desde lo íntimo y lo personal, a partir de un refugio, mirador de las estrellas, que invita a dejarse llevar por la experiencia y vivir y conectar con el presente.
La residencia concluye dando cabida a los cuidados en todas sus formas; ofreciendo otra visión del arte no tan visualizada, y como espacio que da cabida a toda manifestación artística no buscando la economización del arte, sino encontrar reflexiones y críticas en un entorno rural que ofrece alternativas muy diversas y radicales.
