¿Creer o no creer?

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¿Creer o no creer?

Vivimos en una sociedad que funciona a base de materialismo, hipocresía y golpes en el pecho. Una sociedad donde ser honesto está castigado por el abuso de los intereses ajenos, por el frío del desprecio, por la mentira. Confieso que me he valorado tan poco que he llegado a perder el norte, a no saber quién soy, para qué respiro, con qué fin formo parte de un mundo que se me hace añicos entre los dedos. He amado tan fuerte a familia y amigos, a conocidos y posibles amores que nunca llegaron a ser, a los sueños, al transitar nocturno de una caricia, al abrazo que nunca llega… He entregado tanto de mí que apenas me queda aliento para vestir mis principios y sacarlos al ring de la vida, lo confieso, para que me quisieran me olvidé de quererme, de cuidarme y de respetar mis espacios, mis centros, mis motivos y estos sentimientos que nunca tuvieron fecha de caducidad. Me he quedado sin nada, sin nadie, por dar, quizás, demasiado… pero, ¿qué es demasiado? Nunca supe poner límites ni a mis emociones, ni a las personas, ni a sus deseos, y sin embargo, todos fueron a parar a mi calma, a mi paz mental, a mi alma. Amo y quiero con cada sentido, no sé hacerlo de otra manera, y solo soy feliz cuando aquellos y aquellas que amo pasean con la luz en los ojos, con el brillo en los recodos de su piel, con el porvenir cubierto por alas blancas y la libertad en los mechones de sus pensamientos. No sé hacerme feliz sin hacerlo antes con quienes quiero, y me temo que a estas alturas no aprenderé jamás, y tampoco sé si quiero.

Hoy hago recuento de mi vida pasada y me cuesta encontrar nombres que hayan antepuesto alguna vez mi sonrisa a sus intereses, que se hayan detenido en el umbral de mis emociones a escucharlas y comprenderlas, que me hayan abrazado sin pedirlo… Quizás no esté a la altura de lo que ellos esperan de mí, tal vez me he equivocado al elegir a mis acompañantes de vida, o puede que el secreto esté en el egoísmo desmedido del ser humano… No sé dar un paso sin pensar en el otro, en las consecuencias, en el daño, no sé caminar sin cuidar que mis zapatos no enturbien de barro o dejadez otras huellas, no sé hacerlo, no sé mirar hacia otro lado y no sé lo que es cuidarme sin cuidar a los demás.

Y lo sé, sé que se aprovechan de mi fragilidad, de este no saber decir que no, de mi soledad, lo sé, y aún así me dejo ganar, bajo los brazos y pierdo otra batalla… Siempre vuelvo a levantarme pero cada vez las fuerzas son más débiles y la confianza comienza a volar a ras de un suelo que se torna peligroso. No quiero dejar de creer en el ser humano, en el amor, en la amistad, pero hay veces que realmente los acontecimientos y los gigantes de presupuesta bondad lo hacen realmente difícil.

Juegan y vuelven a jugar con el amor que les profesas, con ese dejarte la piel por los que adoras, juegan porque se saben las reglas, los trucos, las trampas, juegan porque saben que eres un blanco fácil, juegan hasta que te pierden, hasta que no te quedan energías y vuelcas el tablero, y decides que ahora te toca jugar y ganar a ti…

Vanessa Cordero Duque

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¿Creer o no creer?
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Vivimos en una sociedad que funciona a base de materialismo, hipocresía y golpes en el pecho. Una sociedad donde ser honesto está castigado por el abuso de los intereses ajenos, por el frío del desprecio, por la mentira.
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