Eduardo Naranjo. El pintor de los sueños. Grada 111. Perfil

Léelo en solo 9 minutos !!

Felipe Ferrín
Fotos: Lourdes Balduque

Eduardo Naranjo nació en Monesterio, Badajoz, en 1944, y desde muy temprana edad demostró sus dotes artísticas en la pintura. Estudió en diversas escuelas de Bellas Artes y en 1979 fue considerado el ‘Mejor artista plástico en blanco y negro’. Más de 250.000 personas, de diversas nacionalidades, pasaron por su retrospectiva de 1993 en el Centro Cultural de la Villa en Madrid. Eduardo Naranjo participó en el libro ‘La Constitución Española’ como grabador, y además ha realizado diversos trabajos en el mundo de la escenografía y ambientación en obras como La casa de Bernarda Alba o Hazme de la noche un cuento. Es considerado uno de los maestros del realismo onírico y actualmente sus obras son expuestas y estudiadas en China.

¿Cómo supo de su vocación por el arte y en concreto por la pintura?
Desde muy niño tenía unas actitudes no muy normales, era incluso un niño raro. Prefería dibujar que jugar, así empezó todo. Yo era un chico rural y no sabía que eso que estaba haciendo también lo llamaban arte, lo supe más tarde. Soy pintor por azar, y ese azar tiene un nombre, Eduardo Acosta, pintor extremeño criado en Monesterio. En uno de sus viajes a mi pueblo alguien le habló de ese niño raro con cierta habilidad para el dibujo, me conoció, mis dibujos le entusiasmaron y convenció a mi padre para que, al menos, me dejara probar si valía para el dibujo. Eduardo se convirtió más tarde en mi maestro en el oficio y en un padre espiritual.

¿Hasta que punto influyó su familia y su entorno en su trabajo?
Lógicamente el entorno en el que uno ve la primera luz influye para siempre. Nos da un sello especial. Ese sello aflora en la manera de expresarnos, sea de la forma que sea.

Ya ha nombrado a Eduardo Acosta. ¿Ha tenido otros maestros a lo largo de su carrera?
He tenido muy buenos maestros y otros no tan buenos en mi paso por las escuelas. Pasé por muchas de ellas, puesto que desde los 12 años estuve en la de Artes y Oficios de Sevilla, donde el primer año aprobé los cuatro cursos que se solían hacer allí y obtuve el premio principal de la Escuela. Allí tuve muchos profesores, al igual que en la Facultad de Bellas Artes; hay que tener en cuenta que los profesores normalmente eran personas a quienes no les iba tan bien como querían en sus carreras profesionales y, en muchos casos, había cosas que no las enseñaban porque no las sabían. Francisco de Goya respondía que sus maestros eran “la naturaleza y Velázquez”; en mi caso, “la naturaleza y los grandes artistas que pude contemplar en los museos”. He aprendido y sigo aprendiendo de ellos.

Ha estudiado en diversas Escuelas de Arte; ¿hasta qué punto influye la formación académica en las habilidades de un pintor?
Hay que precisar que una cosa es la creatividad y otra es el dominio del oficio. Raramente se puede expresar esa idea creativa si no se tiene un mediano dominio del oficio. Yo siempre he indicado a los jóvenes que esos conocimientos son necesarios, los tuvo Picasso, los tuvieron en el Renacimiento y los tuvieron todos los que llegaron a ser grandes artistas. Otra cosa es que al expresarlo se haga de la forma que cada uno quiera, pero, por favor, sabiendo dominarlo.

Ha pasado por una etapa expresionista, y lleva mucho tiempo centrado en el realismo onírico. ¿Qué despierta su interés por estilos tan distintos?
Todo surge de manera casual, somos productos de la casualidad. Mi rareza de niño consistía en que, al contrario que la mayoría de los chicos, mis dibujos ya eran de un naturalismo impropio de esa edad. En mi visión y en mi ánimo ya estaba esa idea realista. Cuando acabé mis estudios en Madrid pasé por una etapa mucho más libre, seguramente en mi afán de liberarme de esas ataduras de una enseñanza tan estricta. Y ambas cosas me llevaron a volcarme de lleno en expresar el resultado de aquellas cortas vivencias, en dejar libre mi imaginación. Y de ahí sobreviene esa etapa expresionista o neofigurativa, que dura unos pocos años, hasta mi viaje a París, en el que una serie de reflexiones ante los cuadros de los artistas de la modernidad y contemporáneos en aquella época me hicieron preguntarme: “hasta ahora me lo he pasado en grande dibujando fielmente y expresando mi fantasía, pero en mis obras observo demasiadas influencias de los artistas que veo en París; ¿y ahora qué hago?”. Tampoco le di muchas vueltas, solo sé que esas reflexiones dieron su resultado, porque poco después de mi regreso a Madrid comienzo a hacer una obra realista. Lo del realismo fantástico u onírico también vendría por sus propios pasos de manera no premeditada, casi accidental, por la necesidad de expresar las cosas que yo iba sintiendo.

Centrándonos en el tema onírico, si tuviera que relacionar un color con el mundo de los sueños ¿cuál sería?
Lógicamente es el azul. Pero también hay rosas y dorados y etcéteras en la noche, y en los sueños. Yo siempre he sido un gran soñador y aún lo sigo siendo. Para mí los sueños forman parte de mi vida tanto como el estado de vigilia, lógico es que afloraran en mis obras. Ahora en China están muy sorprendidos sobre todo por esto, alguno de los grandes artistas de allí se atrevió a decir: “Observad cómo Naranjo en sus obras demuestra dar derroche de una gran imaginación, imaginación que en el arte realista soviético estaba ahogada por el sistema”. Es una gran verdad, en el arte lo más importante es la libertad.

¿Qué inspira más, un sueño o una pesadilla?
Una pesadilla te marca. Un sueño agradable te deja una secuela muy dulce. Por tanto, es mucho más apetecible expresar esto último. A pesar de esos cuerpos vacíos de los años setenta, esas figuras sin cabeza, esos rostros velados, esas paredes martirizadas por el tiempo… representan las ausencias de mi vida más que las pesadillas. Las pesadillas son simplemente terroríficas, una ausencia marca casi más que una presencia. La vida, a pesar de todo, es bella.

¿Cuántos cuadros ha podido pintar a lo largo de su vida?
En mi época expresionista recuerdo que cuadros como ‘Movimiento sísmico’, que mide 3×2,40 metros, o ‘Muerte de Ofelia’, los pintaba casi en una mañana, en un solo día. Normalmente era muy rápido dibujando y pintando. Gracias a ello, en cuanto a la obra realista pude observar, y me quedé asombrado, que en mi exposición en el Centro Cultural de la Villa de 1993 se colgó una selección de 350 obras de esa etapa realista. Una obra muy terminada, apurando tanto en el detalle para poder profundizar en los misterios de esa realidad y transmitirla es enorme, es demasiado para una obra de mi estilo. A día de hoy esa cantidad se ha duplicado.

¿Hay alguna de sus obras que considere inacabada?
Yo soy de la opinión de que todas nuestras obras están inacabadas, por lo menos en mi caso. Suelo dejar los cuadros cuando menos me desagrada, los artistas aspiramos a tanto y nos quedamos en tan poco que siempre lo veo por acabar. Hay veces que me tienen que despegar del cuadro. Siempre ha sido un misterio para mí cómo he podido hacer tantos cuadros con el tiempo que le dedico a cada uno de ellos. Siento tal pasión por lo que hago que le dedico muchas horas, hasta el punto de olvidarme de esas horas.

¿Cuál considera su gran obra?
Todos son hijos nuestros. Es cierto que hay obras que suponen una inflexión o que marcan una etapa. Recuerdo ahora mismo obras muy decisivas, como ‘Mirada al pasado’, de 1972, en la que me planteo unos recursos completamente nuevos; una manera distinta de expresar lo que siento a través del espejo. En ese cuadro comienza esa larga etapa donde las imágenes o las ausencias de las que hablábamos están en el espejo. Todo esto nació de una antepasada mía, muy lejana, que vi en una fotografía, y expresé todo lo que podría haber sido su vida, sus sentimientos amorosos y su manera de pensar y vivir. Así surge el elemento del espejo.

Otro cuadro que también es importante es ‘La imagen de los tiempos perdidos’, que casualmente en la exposición que se hizo de los pintores realistas en Japón fue cartel. Es un cuadro que sobre el mismo muro de la pared incorporo arañazos con las palabras ‘María’, ‘Amor’… Hay mucha denuncia en esa obra. Alguien del Holocausto en la esquina, alguien en una cárcel, una contradicción con el sentimiento religioso y de búsqueda de la verdad en el hombre, algo que nunca me había planteado.

‘El sueño con las musas’ es una obra donde irrumpe la luz, una luz diurna y con la que comienzan otros cuadros en los que el protagonista es el mar, el campo, las calles; mi mirada sale al exterior.

¿Qué evolución ha seguido la luz en sus obras?
Toda mi obra son estudios de luz. Lo que me motiva fundamentalmente al hacer un cuadro es la luz. Mi paleta se abre a partir de 1979 con mucho más colorido, el artista camina en paralelo al hombre, siempre y cuando sea sincero. Yo siempre lo he sido, e incluso demasiado, y se refleja en mis obras, se ve el reflejo de un hombre nuevo, de una vida nueva más grata y más agradable, sin figuras sin cabeza ni cuerpos vacíos y, en contraposición, aparece el campo o el mar.

¿Qué cuadro que no ha pintado le hubiera gustado firmar?
Podría decir un tópico y apropiarme de Las Meninas, de Velázquez. Pero tampoco me hubiera importado alguna de Rembrandt, ‘La ronda de noche’, el boceto casi más que el cuadro grande, o alguno de sus autorretratos.

A lo largo de su carrera ha sido muy polifacético. Ha sido grabador, ha trabajado la escenografía, ¿qué relación existe entre la pintura y la propia escenografía?
Muy grande. Grandes artistas del pasado hicieron escenografía, como Dalí o Picasso. Yo comencé a trabajar en este campo con ‘La casa de Bernarda Alba’, en la que me ocupé de la ambientación. ‘Hazme de la noche un cuento’ fue mi segunda experiencia, y en ambos casos lo hice por los magníficos profesionales de los que me rodeé.

Un asunto muy importante actualmente en su carrera es su relación con China.
Tema muy importante, efectivamente. Mi exposición en China ha comenzado en el Museo Nacional de Bellas Artes de Pekín, inaugurada por su ministro de Cultura por cierto; de ahí queremos que vaya a Shanghái, una ciudad con más tablas occidentales, y la idea es que finalice, y para mí es una enorme satisfacción, en el Museo de Hangzhou, ciudad maravillosa en cuya Universidad di lecciones durante un mes.

Si tuviera que expresar la situación actual social de España en un cuadro, ¿cómo sería?
Difícil tarea. Yo creo que una cosa es la creatividad y otra la crisis política o económica. Tengo mis ideas en estos asuntos, no dejo de ser político como cualquier hombre. Pienso que, aunque no expresemos esos temas tan actuales, sí se representan en nuestro ánimo, y lo reflejamos, casi inconscientemente, en nuestras obras. Me duele que mi país querido esté pasando por esta situación, y muchas veces hay que saber evadirse para volcarte en tu obra. En estos momentos paso por una etapa de gran entusiasmo por lo que estoy haciendo y por lo que tengo en mente hacer. Nunca pensé llegar a la edad que tengo y jamás creí llegar a esta edad con tantas ganas de trabajar, de hacer deporte… es parte de mi fantasía y de mi intención constante de estrujar los placeres de la vida y olvidar las cosas tristes. Esta virtud sí la tengo.

¿Cómo ve la situación actual de la cultura en Extremadura desde Madrid?
En el mundo de la pintura son pocos los conocidos a nivel nacional, Zurbarán se está empezando a conocer ahora. En China es conocido Velázquez y como mucho Goya. Antonio López y yo somos conocidos porque les entusiasma nuestro estilo, se han escrito libros, programado conferencias… La cultura en Extremadura ha dado grandes artistas tanto en el mundo del arte plástico como de la literatura o las letras. El problema es que un artista tiene muy complicado hacer una gran obra sin salir de las fronteras locales, porque es muy importante el conocimiento adquirido, un artista tiene que viajar, conocer y vivir mucho; todo ello enriquece y con ello engrandece su obra. Hay gente muy valiosa en Extremadura y tenemos que saber aprovecharlo.

¿Se siente reconocido en Extremadura?
Pues sí. Precisamente en Extremadura no me puedo quejar, yo siempre he ejercido de extremeño y no solamente en España, sino también por todo el mundo. Nunca me he negado a ninguna colaboración con Extremadura, la gente me quiere y es una de mis grandes satisfacciones que, en mi tierra, mi gente me muestre su cariño. Varias calles de la región llevan mi nombre, me dieron la Medalla de Extremadura o el Premio Grada el pasado año, no puedo quejarme de mi tierra.

Por último, ¿cómo es el futuro de Eduardo Naranjo?
He ahí el enigma. Uno siempre opta a hacer esa gran obra que nunca salió; aunque a la gente le parezca que hay obras mías en las que no podía dar más, yo pienso que puedo dar más, y no sé si algún día lo conseguiré, pero creo que es esa búsqueda incansable la que me obliga a seguir instándolo y a seguir vivo en el Arte.

…¿quieres saber más? Suscríbete por 30 euros al año