José Antonio Ramos
El castillo y el territorio que lo circunda es un importante enclave de un grupo poblacional que se remonta al Bronce Medio. La aparición de restos arqueológicos en esta época, descubiertos en las excavaciones realizadas en el castillo, así como una inscripción tartésica del abrigo situado a sus pies, fechada hacia los siglos V-IV a. C., cuya transcripción fónica sería “KO.N.KO.L.TI.R.U.”, la presencia de pinturas rupestres esquemáticas, los hallazgos de las estelas de pizarra, abundantes restos cerámicos y ‘tegulae’, son pruebas fehacientes de la presencia humana en la zona desde el período Epipaleolítico.
Las pinturas esquemáticas se encuentran en la Cueva del Castillo; los únicos útiles encontrados en la cueva, hasta el momento son los que localizó Pablo Gonzálvez, concretamente un hacha tallada por una cara y una lasca en forma de cuchillo, sin olvidar las piezas cerámicas calcolíticas localizadas por el profesor García Mogollón en las cuevas próximas de ‘El Peine’ y ‘Los Murciélagos’, así como los restos arqueológicos descubiertos por Lavado Paradinas.
El castillo está enclavado en la sierra de su mismo nombre, alzándose sobre el cauce del río Tajo, a 465 metros de altitud. La historia del castillo se remonta a la Alta Edad Media. En 713 los árabes, dirigidos por Musa ibn Nusair, tras el asedio que se produce por parte del emir omeya de la ciudad de Emerita Augusta, ocupan estas tierras, conocidas como ‘Al-Mofrag’, que significa ‘el abismo’. Fueron ellos quienes construyeron aquí la fortaleza sobre los restos de una fortificación precedente utilizada por los romanos como punto estratégico de vigía. Los árabes fortificaron el flanco sur del castillo con una barbacana.
En 1166 el castillo es reconquistado por el portugués Geraldo Sempavor, cediéndolo en 1171 a Fernando II, quien a su vez lo cede a la Orden de Santiago, cuyo escudo campea en la entrada de la ermita.
Una contraofensiva musulmana permitió recuperar la fortaleza y ocuparla entre los años 1173 y 1180, cuando el rey Alfonso VIII la reconquistará de forma definitiva.
Precisamente en 1180 ocuparon el castillo los caballeros de la Orden de Montegaudio, quienes llevaron a cabo importantes reformas de acuerdo con sus necesidades militares, adoptando en la última década del siglo XII (1192) los caballeros como nuevo nombre de la Orden el de Monfragüe, estableciendo en el castillo su sede principal. Se conservan restos de la fortaleza, algunos muros del recinto, torres y un aljibe.
Entre los años 1180 y 1184 se lleva a cabo la primera gran remodelación cristiana de la fortaleza, con la construcción de la torre redonda que se conserva en lo alto del cerro. Aún continúan elevadas dos torres, esta redonda y otra pentagonal. La torre redonda está construida con mampostería de cuarcita, comunica por la zona occidental con el recinto fortificado. Está situada en la zona más elevado del cerro; la pentagonal está construida con mampostería y ladrillo en las esquinas, y por su tipología podemos fecharla en el siglo XV, momento en el que el castillo es propiedad señorial. Esta torre es la de mayor volumen del conjunto fortificado, debió construirse durante el dominio de los Bermúdez de Trejo, cuyo escudo se encuentra en la ermita construida en el interior del recinto. Tiene una puerta de acceso por la zona meridional, abriéndose en arco de herradura apuntado de ladrillo, con técnica mudéjar.
La planta baja está cubierta por una bóveda de medio cañón apuntado de ladrillo y mediante una escalera se accedía al piso superior. Además, se conservan restos de los muros que formaban el recinto; se observa claramente la forma de la muralla en un polígono irregular alargado. En el lado septentrional estaba el camino de ronda, y mediante una puerta en recodo se pasaba al patio de armas. También se conserva un aljibe y una barbacana.
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