El convento de religiosas Jerónimas de Cáceres. Grada 138. Historia

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El convento de religiosas Jerónimas de Cáceres. Grada 138. Historia
Foto: Cedida

José Antonio Ramos / Óscar de San Macario

En la calle Olmos, formando parte de un ensanche, justo en la zona trasera del Parador de Turismo, nos encontramos con la enfermería de San Antonio, construida en el siglo XVII por los frailes franciscanos para procurar cuidado a los enfermos. La alzaron sobre un solar cedido por el Ayuntamiento. Eran internados los frailes que habitaban el Real Monasterio de San Francisco de Cáceres.

Dado lo malsano del sitio en que se edificó aquel monasterio, necesitó la comunidad un local en el que venir a curarse de las enfermedades que la acometían, principalmente paludismo y tercianas; el Ayuntamiento, al igual que hizo antes con los terrenos para el convento, le donó a guisa de limosna, en 1659, un solar en la calle del Olmo, donde construyeron un hospital con capacidad para 30 enfermos.

Existía la costumbre de que cada una de las celdas del hospital estuviera patrocinada por una familia noble, de manera que los gastos del que la habitaba corrían a su cargo hasta que el enfermo se recuperase. Y se sabía a quién pertenecía cada celda por el escudo de armas policromado sobre azulejos que figuraba sobre cada una de las puertas.

Esta colección de blasones en azulejos policromados en las celdas del piso bajo son muy interesantes; destacamos un blasón cuartelado de Ovando-Solís-Rol y Becerra; otro cuartelado de Ovando-Solís-Cárdenas y Vargas; otro cuartelado de Golfín-Del Águila-Carvajal-Portocarrero; otro cuartelado de Carvajal-Roco-Moscoso-Godoy; otro cuartelado de Becerra-Monroy-Saavedra-Pimentel y Menchaca; otro cuartelado de Ovando-Solís-Zárate y Aldana; otro cuartelado de Aponte-Ulloa-Zúñiga y Córdoba, Marquesado de Torreorgaz; otro partido de Cabrera, cortado de Vega y Del Barco; y otro de don Gabriel de Saavedra.

Estas familias recibieron en Cáceres la denominación de Alcobistas. Estas piezas cerámicas citadas son una de las mayores joyas de la riquísima heráldica cacereña. También existía en el oratorio una serie de cuadros representando los milagros de San Antonio pintados sobre fondos de paisajes urbanos cacereños. Hoy en día no se encuentran allí, están en propiedades particulares. A este oratorio de San Antonio de la enfermería acudían las familias potentadas a honrar al de Lisboa, mientras que las clases populares acudían a San Antonio del Barrio.

El convento de religiosas Jerónimas de Cáceres. Grada 138. Historia
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Después de la desamortización de Mendizábal fue utilizada como casa rectoral de la parroquia de San Mateo. A finales del siglo XIX pasó a ser un colegio de enseñanza de las religiosas Carmelitas de Vedruna, bajo la denominación de Colegio de Santa Cecilia, para instrucción de la juventud femenina. Se instalaron allí el 3 de febrero de 1892, tras haber vivido dos años en el Palacio de Adanero, y se celebró una misa oficiada por Fernando Jiménez Mogollón, sacerdote que fue una institución en Cáceres. De aquí partieron a su actual ubicación en la Avenida de Guadalupe.

Hoy pertenece el edificio a las monjas de la orden de San Jerónimo, que se instalaron allí en 1969, comenzando la restauración del inmueble. Se formó comunidad en 1977, poniéndose la clausura, gracias a la Federación Jerónima de Santa Paula, animada por la madre Cristina de Arteaga, que era la presidenta federal de la Federación de Santa Paula. Procedían de su anterior convento, en el edificio de Santa María de Jesús, sobre el que se levanta actualmente el edificio de la Diputación de Cáceres.

Este convento de Santa María de Jesús tuvo su origen en el siglo XV. De esta fundación bajomedieval tenemos interesantes datos gracias a una escritura de testamento dada por la beata Beatriz García, que se encuentra en el Archivo Diocesano de Cáceres, donde se recoge que en 1434 pasaron a ser propiedad del beaterio algunas casas que se convirtieron en el núcleo del futuro monasterio. Estaban situadas las casas a espaldas de la parroquia de Santa María, lindando con el cementerio parroquial. Habían sido de Gómez González y luego pasaron a ser propiedad de la beata Beatriz García, según se especifica en el testamento en el que se nombra heredera a la comunidad. Este edificio ya estaba en uso desde los inicios del siglo XV, pues la cofradía de Santa Catalina celebró en 1411 un acuerdo para restituir una casa a la aljama de judíos.

Volviendo al convento de las Jerónimas de la calle Olmos, destaca la fachada, obra del siglo XVII, con escudo de los Vizcondes de la Torre de Albarrega; sobre una de las ventanas de la fachada campea el escudo Sotomayor-Bravo. En la fachada exterior una sencilla portada da acceso a la iglesia. Sobre ella hay una ventana rectangular entre tres escudos: el de arriba es un escudo real de Felipe V; a la derecha está el de Cáceres con los cuarteles cambiados (León y Castilla); y a la izquierda se sitúa el de la orden franciscana, con las consabidas armas místicas de San Francisco, las cinco llagas sangrantes.

En el interior del convento, en la portada, hay dos blasones: uno, acuartelado en cruz, con las armas de Cabrera, Aldana, Calderón y Del Barco; el otro es de Sotomayor, partido de Bravo.

La enfermería se remodeló exteriormente en el siglo XVIII. En el interior, en el vestíbulo hay un escudo de Aldana en granito. Se encuentra un hermoso claustro hacia el que se volcaban las celdas de los enfermos y otros servicios. En sus galerías hay dos blasones de Porcallo, partidos de la Cerda, y otros dos de Sotomayor, partidos de Bravo.

Existe otro patio interior, más pequeño en el que fuera solar de Perero, y un huerto con puerta de acceso cuyo dintel presenta un templete de ladrillo rematado en cruz latina. Aquí existe una cisterna que se cierra con brocal de granito de ocho secciones almohadilladas, presentando en una de sus caras un escudo, con perfil en forma de cabeza de caballo, y sobre el que se lee “AÑO DE 1…13” (1513).

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El espacio litúrgico más interesante es la capilla, de planta rectangular. En este cenobio de Santa María se conservan excelentes piezas de platería, así como una interesante colección de imaginería y cuadros al óleo, algunos pertenecientes a la colección particular de don Íñigo de Arteaga, duque del Infantado, progenitor de una reverenda Madre de la Orden Jerónima, cedidos al convento en el año 1970.

Destaca en el locutorio un relieve en madera que representa a la Virgen del Carmen entregándole el escapulario a San Simón, un óleo de escuela tenebrista del siglo XVII que representa a San Jerónimo penitente, donado por el anticuario señor Heredia al cenobio, así como un Crucificado que se venera en la capilla.

Junto a la enfermería, y hoy también formando parte de ella, se encuentra la Casa de los Cabrera Sotomayor, que en su día perteneció a una rama de los Perero, casta en la que nacieron Sancho y Juan de Perero, que pasaron al Perú.

En este convento de clausura de la orden de las Jerónimas se pueden comprar deliciosos dulces elaborados por las monjas, religiosas dedicadas a la vida de contemplación, de oración, de trabajo y de silencio.

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