Hay historias que nos llevan a recordar que las barreras muchas veces están solo en nuestra mente. Este sería el caso de Carolina, una niña que nació con agenesia de mano izquierda (imposibilidad del desarrollo de un órgano durante el crecimiento y el desarrollo embrionario).
A los 7 años una amiga le invitó por su cumpleaños a una pista de hielo; descubrió que aquel deporte era su pasión y pidió a sus padres ir a clases de patinaje. Los profesores, al ver su gran potencial, hablaron con el equipo de competición para que pasara a entrenar con ellos. El entrenador se negó, afirmando que Carolina no podría hacer determinados pasos ni piruetas al faltarle una mano.
Tras la negativa sus padres, viendo la habilidad que tenía la niña para practicar este deporte, lucharon ante los límites que le imponían por su condición.
Una vez aceptada en otro equipo de competición, la joven trabajó con tesón por lo que tanto deseaba. A pesar de los golpes recibidos en su cuerpo practicando saltos, o las lágrimas derramadas hasta conseguir dominar una pirueta, un axel o un doble, nunca se rindió. Tampoco fue sencillo ajustar sus estudios (domina cuatro idiomas) con los madrugones para ir a entrenar, pasar frío y recorrer cientos de kilómetros.
Carolina finalmente ha conseguido un alto nivel de patinaje, llegando el año pasado a participar en el Campeonato de España y actuar en el Circo del Hielo, donde los candidatos precisan, además del dominio de la técnica, expresividad corporal y facial.
Mientras Carolina entrena utiliza una prótesis estética, no desea que se rompa su ‘mano guay’, como ella llama a su prótesis mioelectrica que utiliza desde que tenía 14 meses y que domina a la perfección.
No nos rindamos ante una puerta que se cierra, luchemos para conseguir que otra se abra. No permitamos que ninguna barrera robe nunca una ilusión.
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