Javier Feijóo
Del libro ‘¡Asina! Sentimientos en castúo’
… … ¿No ves que no pueo gorvé,
manchao de sangre mi pelo,
con mi ergullo maltratao
jasta que muera de viejo?
¿Que no pueo consentí
que rodeao de cabestros
me lleven de sementá
a la jesa de mi pueblo
pa que güervas a humillá
a mis hijos en el rueo?
¡Mátame, no quieo’l perdón!
¡Mátame, te l’aconsejo!”
Desarmao frente al toro
jace la pose’l torero
p’acariciá con la mano
su sayo de pelo negro;
y com’una cachicuerna,
en un embroque sangriento,
por bajo la taleguilla
se jundió’l pitón derecho.
V
Habiendo sío indultao,
en ves d’agradecimiento,
jué asina qu’el toro bravo
se vengó d’aquel torero
por habé sío humillao
sin darle muerte’n el rueo.
El toro bravo, ese animal
Su bucólica estampa en la dehesa, tumbado a la sombra de la encina, se transforma en fiereza desmedida sobre el albero del coso taurino.
El toro es el centro de la fiesta y, por ende, se puede permitir el lujo de aguarla en cualquier momento.
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