Pese a ser la música más significativa e influyente de la Norteamérica del siglo XX, el jazz tuvo que pasar antes por los Campos Elíseos parisinos, para llegar a Hollywood como algo más que una ‘estrella invitada’. Aunque la primera película sonora tuvo como protagonista directo al jazz en el documental ‘The jazz singer’, (1927) no fue en absoluto premonitorio de lo que vendría después. Que Paul Whiteman y Duke Ellington fueran llamados a la meca del cine en los albores del sonoro no deja de ser una anécdota, una presencia musicalmente irrelevante, y en los años 30 y 40 el cine utilizó el jazz solo en la comedia musical. El jazz se refugiaba en los clubes y en las emisoras de radio. Lo habitual en aquella época del swing era que estrellas del jazz participaran de manera esporádica como ornamento colorista de comedias y películas gansteriles, aunque de una de aquellas colaboraciones surgió el excepcional ‘Stormy weather’ (1943, Stone), el mejor musical negro de la historia del cine.
Tras la II Guerra Mundial, mientras Hollywood iniciaba su declive, el jazz vivía su más profunda renovación como arte autónomo alejado de los círculos de entretenimiento. El swing dejaba paso al bebop, y algunos directores llevarían los aires de ese nuevo jazz a películas como ‘La ventana indiscreta’ o ‘Un tranvía llamado deseo’. Pero será en el cine francés donde primero se utilice el jazz de forma significativa como fondo dramático de películas, en el ambiente de la ‘Nouvelle Vague’. El paradigma de aquel histórico cambio de rol fue la extraordinaria película y mejor banda sonora ‘Ascenseur pour L’échafaud’ (1957). En todo caso, la presencia del jazz en el cine en general, y en el norteamericano en particular, no se corresponde con la influencia y el prestigio de esta música. Aunque lo fundamental es que la industria cinematográfica en los años 60 acabó por asumir la música de jazz como un elemento consustancial con el cine, y que compositores procedentes del jazz (Henry Mancini, Johnny Mandel, Lalo Shifrin, Quincy Jones o Dave Grusin) se profesionalizaran en la composición de música para el cine.
El jazz y el cine volvieron a reconciliarse con la colaboración de enormes directores y productores de cine y, a la vez, grandes aficionados al jazz, lo que salvó al cine y al jazz de la ruptura definitiva, con películas como ‘Round midnight’, (1986), ‘Bird’ (1988), ‘Cotton Club’ (1984), ‘Kansas City’ (1996) o ‘Acordes y desacuerdos’ (1999). Se devolvió así el prestigio y el rigor a esa difícil pero hermosa relación entre el cine y el jazz, que se ha renovado este año con la oscarizada ‘La ciudad de las estrellas’.
La historia del amor imposible entre el jazz y el cine es un hecho, y nos ha servido para que aquellos que disfrutasteis viendo ‘La, la, land’ podáis conocer y disfrutar de los grandes momentos de amor entre el cine y el jazz.
Pedro Monty
Educador y Músico
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