Inmaculada González
A la pintora estadounidense Elaine de Kooning, una de las más apasionadas retratistas del siglo XX, le fue vedado en vida el reconocimiento que merecía, pues estuvo casada con uno de los padres del expresionismo abstracto y además vivió en un círculo de hombres sobrados de vanidad. Eclipsada, pero no desplazada por el trabajo de su marido, llegó a matizar que “no pintaba a la sombra de Willem de Kooning, pintaba bajo su luz”, y mientras él se consagraba a ella le costaba exponer en solitario.
Uno se nutrió del otro, indudablemente, y aunque se conocieron siendo él su maestro, lo que comenzó como una seducción habría de continuar como años de lucha y aprendizaje. Fue Elaine la que amplió horizontes y eligió ser conocida más como una crítica de arte, profesora y escritora que como pintora.
Elaine, en sus retratos, era radical. Borraba los rasgos faciales, aislaba los gestos. Nunca pintó a la gente sonriendo porque las sonrisas son una respuesta a los demás. Pintaba a la persona. Ella pintaba emocionalmente y la imagen siempre nacía de esa emoción.
Desarrolló un estilo propio, altamente innovador y audaz, con trazos fluidos, colores vibrantes y agresivos brochazos. Logró acrecentar una carrera sólida y con identidad propia en el ambiente artístico neoyorquino de las décadas de los años 40 y 50, en el que ella era la singularidad entre hombres. Aun así, gran parte de sus cuadros nunca fueron comprados.
El modelo más conocido fue el presidente John Fitzgerald Kennedy que posaba de buen grado porque admiraba a la artista. Pintó al mandatario durante unas vacaciones en Palm Beach, Florida.
La obra muestra a un Kennedy en posición relajada, con un llamativo fondo de verdes y amarillos. Fue difícil retratarle debido a los pocos momentos en que el presidente estuvo quieto. Constantemente entraba alguien con un papel para ser revisado, o una llamada de teléfono interrumpía la sesión. Hizo varios bocetos. Al volver a Nueva York se aisló durante meses para terminar el retrato. Allí le sorprendió la terrible noticia: Kennedy había sido asesinado. La tragedia aisló a Elaine a casi un año de retiro, y la artista abandonó el género retratístico.
Elaine rompió con los estereotipos del retrato clásico de pintor y modelo femenina, y apostó por pintar mayoritariamente figuras masculinas. Siempre tuvo esa especial habilidad para captar la esencia de los hombres, lo que se desprendía de su interior.
Durante más de 30 años la competencia y el alcohol separaron a los de Kooning, aunque nunca se divorciaron, y Elaine promovió ferozmente la obra de su marido y lo cuidó cuando le fue diagnosticado Alzheimer.
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