La solidaridad

Antonio Fernández-Fígares Morales - Puedes ayudarte

¿Cuáles son las causas de la crisis sistémica que vivimos en gran parte del mundo? ¿Por qué la sociedad avanza tan lentamente en los logros comunes? ¿Hay otras maneras de conducirnos?
Se ha demostrado a lo largo de la Historia, que la perdida de los valores morales, entendidos éstos, como los que ayudan a su desarrollo armónico, trae como consecuencia perdidas en todos los órdenes de la existencia, de manera que la falta de amor al trabajo y la búsqueda de enriquecimiento a toda costa, la avaricia, el egoísmo, el afán lúdico sin ideales, o como único ideal, lleva ineludiblemente a lo que se pretende evitar, se busca placer y se acaba en dolor. Y es que la asunción del esfuerzo, el apostar por lo nutritivo a un nivel profundo, dejando de lado la cultura de la superficialidad y la banalidad es el prerrequisito para encontrar lo substancioso. Es evidente que si queremos edificar algo solido tenemos que poner buenos cimientos, ¿y que mejores que los que derivan de la conciencia? Ella abre todas las puertas e ilumina las habitaciones internas y externas, nos hace percibir que hay y hacia donde vamos. Pero nadamos en la inconsciencia. Conducidos por la maquina consumista, queremos tener más de todo menos lo que nos cueste esfuerzo. Hemos construido una civilización basada en la búsqueda de la comodidad más que de la felicidad. Y la felicidad no siempre es cómoda, en muchas ocasiones apuesta por lo que vale la pena. Sin embargo, todo nos está empujando a que nada valga la pena, incluso el derrotismo es hijo de esta actitud. No vamos a ningún lado por ese camino.

Es la hora de los idealistas, que con amplitud de miras, y mucha creatividad busquen otros caminos, hacen falta nuevos pioneros, que busquen en la cultura, en los sentimientos elevados, en el altruismo y la generosidad, en la ayuda desinteresada, en definitiva en la nobleza de carácter, no de papel, ideas y proyectos que hagan este mundo mas humano y habitable.

Es necesario cambiar la educación profundamente, inculcar valores básicos, no la búsqueda insípida de sopas de corcho, sino de corazones plenos y satisfechos. No basta con estudiar, hay que aprender. No basta con aprender, hay que entender. No basta con entender, hay que hacer.

Eso a lo que llamamos “los demás”, es parte de nuestro ser universal, y cuando segregamos a los otros, y no tenemos en cuenta sus necesidades, nos damos la espalda a nosotros mismos. Es paradógico, pero el bien para uno mismo empieza por el servicio a los otros.

Llevamos dentro un gran vacío, un agujero negro existencial, que demanda, que pide, que dice que necesita, que solo se llena dando, es curioso, pero este pozo sin fondo es al mismo tiempo una fuente, en realidad, deriva tan solo de nuestra actitud, si somos conscientes de lo que recibimos estamos dispuestos a dar, pero muchas veces no es así y estamos más pendientes de lo que recibe el vecino, o el personaje público de moda, los que creemos que están arriba y que son felices, hasta que nos enteramos de que alguno fallece por las drogas o tiene grandes dependencias, o se ve envuelto en un escándalo, entonces, hundimos nuestra agresividad sobre él, o ella, es el tronco caído que no supo estar de pie, y queremos hacer leña, reprochándole, tal vez inconscientemente, lo que nos reprochamos todos los días a nosotros: el no aprovechar mejor la vida.

Una gran parte de nosotros estamos envueltos, porque los hemos asimilado, en sueños de mendigo. Comer muy bien, buen sexo, buenos habitáculos, viajes, etc. Todo lo que tiene que ver con la satisfacción de lo primario, pero que pasa con los verdaderos anhelos del ser humano: la verdad, el amor, la justicia, la paz, la honestidad, la alegría, la seriedad. Los valores, que nos construyen como la responsabilidad y la honradez parece que nos son impuestos con amenazas punitivas, si no los llevamos a cabo perderemos, el trabajo, la familia, y demás bienes que nos son queridos, pero no se nos ha enseñado a amarlos en si, a verlos como las raíces de las que surge el árbol de nuestra vida. Nunca como ahora es necesaria una estatua a la responsabilidad, erijámosla entre todos.

Y dar, dar por la satisfacción de dar, que es mas honda y mas duradera que la recibir, y nos lleva (porque somos seres de hábitos) a querer dar mas. Ser feliz, hacer feliz, es el ritmo del amor. Es duro pensar que somos indiferentes al sufrimiento ajeno, pero es peor pensar que no tenemos nada que dar, que solo esperamos recibir. Si uno olvida lo que no tiene, y da lo que tiene, es muy probable que termine obteniendo lo que necesita. El destino de la Humanidad es ser solidarios o no habrá Humanidad en un mundo cada vez más interrelacionado. La prosperidad y la cultura, son los apoyos de la paz, y si en el mundo no existe esto, los conflictos serán inevitables, y con ellos, la ruina, el odio y la miseria. Es necesario compartir, cada uno en la medida de sus posibilidades, pero no puede ocurrir que el 99% de la riqueza esté en manos de 1% de la población. Los poderosos no pueden regir nuestros destinos, porque no son dignos. La Humanidad será solidaria o no será.

En las tres funciones que tenemos en la vida: aprendizaje, servicio y gozo. Solo estamos mayoritariamente buscando el gozo, y vemos como una penitencia, las otras dos, sin embargo deben fundirse en una sola las tres, de manera que sea un gozo el servicio y el aprendizaje. Le quedan muchos siglos a la Humanidad para ser armónica, que no perfecta, porque eso probablemente no lo será nunca, y la imperiosa necesidad es hacer que el ser humano mejore, si queremos que la sociedad mejore.

Hemos vivido muchos desastres, pero ninguno peor que el que puede ocurrir ahora, con la pérdida de los valores, y es que no hay otro camino, no es ya el bien contra el mal, es el egoísmo o la solidaridad. ¿Pero si este egoísmo se extiende, cuales serán sus consecuencias? Es probable que la mayor aridez, interior y exterior. Sin embargo que buena imagen la de una fiesta en la que todos aportan cosas y las comparten, o la del esfuerzo común, que crea lazos y derriba barreras, para que la vida sea más rica y más plena. Para que cada uno sea más que si mismo, porque dando, vive en los demás.

Antonio Fernández-Fígares Morales
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