Del 7 al 10 de Abril de este año, se celebró la habitual Feria del Libro de Londres que es una de las principales ferias del mundo, por detrás de la Frankfurt, Chicago o Guadalajara en Méjico.
Yo, he estado allí este año, la he visitado y he podido ver como agentes, editores, traductores distribuidores, escritores y productores hacían negocios en una gran nave donde casi se podía uno perder entre personas que circulaban, otras que departían sentadas, grandes stands y expositores, apartados donde se pronunciaban conferencias y charlas públicas y grandes posters, carteles, libros y estanterías repletas de cultura.
Es curioso como personas de todo el mundo son capaces de entenderse y cerrar tratos de diversa índole, en inglés y chino que eran los idiomas dominantes, aunque también lo hacían en español, alemán, francés, italiano, noruego y alguno más que me queda en el tintero.
Yo me sentí muy a gusto en medio de tanta cultura y versatilidad.
Por lo que he podido comprobar en los días que me acerqué hasta la Feria es que el libro de papel, aunque corre peligro de ser reemplazado por otros soportes, otros modos de leer y de vivir a la cultura, se continúa apostando firmemente por él, tiene seguidores y en cierta forma su encanto es insustituible.
A pesar de los tiempos que corren, tan difíciles, el mundo literario prevalece y da gusto ver como siguen existiendo personas que luchan denodadamente por conservar lo que teníamos y por intentar mejorarlo.
Londres es una ciudad impresionante, yo no la conocía y con el poco tiempo del que disponía no me dio tiempo suficiente a ver ni la décima parte de lo que me hubiese gustado.
A quien no la conozca, se la recomiendo. Creo que harían falta varios meses para disfrutar medianamente del ambiente cosmopolita y universalista que se respira en esa ciudad.
Me subí en ‘El London Eye’, también conococido como Millennium Wheel, que es una noria-mirador de 135 metros, situada sobre el extremo occidental de los Jubille Gardensm en el South Bank del Támesis. La noria es un logro del diseño y la ingeniería construido a lo largo de siete años por cientos de trabajadores provenientes de cinco países diferentes. La verdad es que está muy logrado. Sube y baja tan lentamente que permite ver, fotografiar y disfrutar de una panorámica muy amplia de la ciudad.
Me quedaron ganas de repetir, tal vez, para el año lo haga. Os seguiré contando.
Ana Julia
