Julio Esteban Ortega
Otro nombre muy común entre nuestros antepasados es Boutio-Boutia, cuyos testimonios epigráficos en la Península Ibérica se extienden por el centro de Portugal, rebasan el Duero y penetran en la Meseta Norte hasta Navarra, aunque los hallazgos más importantes proceden de la parte meridional de la antigua provincia romana de Lusitania. Este antropónimo esta atestiguado fuera de nuestras fronteras y se han hallado casos en las islas Británicas, Roma o incluso en el norte de África.
No está demás recordar que conocemos este y otros nombres a partir de inscripciones en piedra en forma de epitafios sobre tumbas o invocaciones en forma de aras destinadas a atraerse los parabienes de las diferentes divinidades, bien del panteón local o del Olimpo de los dioses romanos. Estas inscripciones están fechadas en los tres primeros siglos de nuestra Era.
El nombre Boutio-Boutia se extendió ampliamente por toda la zona sur de la provincia de Cáceres, por las comarcas de Trujillo y Cáceres con un foco muy importante en la zona de Coria, donde se concentran los testimonios más numerosos. Algunos de estos nombres indígenas a veces aparecen formando parte del sistema de denominación romano, como consecuencia del proceso de romanización sufrido por los pueblos que habitaban estas tierras. Sin embargo Boutio-Boutia siempre aparece en la provincia en contextos vernáculos, nunca se integró como cognomen romano, al menos en estas tierras.
Se ha discutido mucho sobre la etimología del nombre, pero los investigadores no se ponen de acuerdo. Para unos vendría de un término con significado de ‘vaca’, ‘cabeza de ganado’, ‘rebaño’; para otros de una radical que podría traducirse como ‘alojamiento’, ‘morada’; o también ‘pegar’, ‘atacar’. En cualquier caso, ya sabemos que los lingüistas tienen explicación para todo, aunque no siempre sea fácil descubrir el verdadero origen de las palabras.
Generalmente los que portan este antropónimo conservan la denominación ancestral del nombre del individuo seguido del nombre del padre, es decir, ‘Boutio hijo de Tancino’, a los que se podía añadir la comunidad a la que pertenecía. Esta era, por otra parte, la forma más extendida que se empleaba en los nombres de la inmensa mayoría de los pueblos de la vieja Europa.
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