‘Shobogenzo’, el largo camino de Pedro Piquero

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La Editorial Sirio presenta el tercer volumen de la traducción del libro escrito por Eihei Dogen en el siglo XIII y la segunda edición revisada del primer volumen .

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«En cuanto a mí, creo que la vida me ha dado mucho más de lo que merezco. Si muriera mañana, estaría agradecido por todo lo vivido.»

Pedro Piquero vuelve a las estanterías de las librerías con la publicación del tercer volumen del ‘Shobogenzo’. El que fuera Premio Grada de Cultura en 2013 sigue concentrado en la traducción de la obra esencial del budismo zen -una complicada tarea aún incompleta, ya que acaba de publicarse el tercero de los cuatro volúmenes que forman el libro- cuya principal pretensión es la de acercar al lector al verdadero significado de la realidad.

Pedro Piquero combina esta labor con los ensayos de su próximo disco, la producción de un documental y algunas colaboraciones en la radio, todo ello sin olvidar su profesión de profesor.

Por todo ello volvemos a reunirnos con este polifacético amante de la cultura, comprometido con la integración y afincado en Extremadura desde hace muchos años.

Al budismo llegaste buscando respuestas. ¿Las encontraste o en lugar de eso te surgieron nuevas preguntas?
Creo que todas las personas buscan respuestas de manera natural. Sin embargo, ignoro demasiado como para saber qué he encontrado. Considero que la clave está en realizar la pregunta apropiada. En mi opinión, el budismo se fundamenta en la duda, pero no en la que apareció fuera del sujeto, como bien explicaba Heidegger, después de los presocráticos. Más bien es una invitación a la autoexploración.

¿Los budistas tienen miedo a la muerte? ¿Y tú?
No puedo hablar por los budistas en general. En el budismo existe demasiada diversidad como para asumir una postura dogmática. El miedo biológico a la muerte, a desaparecer como entidad, creo que es natural y profundamente humano una vez que se conoce su inevitabilidad. Ahora bien, recordemos la máxima “cuando mueras antes de morir, al morir, no morirás”. El budismo creo que, en algunos casos, es un ensayo de la propia muerte, teniendo en cuenta que los conceptos ‘muerte’ y ‘vida’ son más que relativos. Fíjate, por ejemplo, que en el propio Shobogenzo hay un capítulo titulado ‘Shoji’, ‘Vida y muerte’. Esta es una sola palabra que representa la indisolubilidad de ambos conceptos. Probablemente, enfrentarse al “horror vacui” sea el mayor ejercicio que alguien pueda hacer al respecto. Pascal opinaba que todos los problemas del mundo se solucionarían si las personas aprendieran a estar solas en una habitación. Ahí, desde luego, entronca con la tradición budista.
En cuanto a mí, creo que la vida me ha dado mucho más de lo que merezco. Si muriera mañana, estaría agradecido por todo lo vivido.

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El presente volumen contiene los capítulos 42 al 72, un apéndice de maestros chinos y la continuación del Glosario de términos en sánscrito que enriquecen y facilitan decisivamente la lectura de esta vasta y compleja obra.

Además de continuar con la labor de traducir el Shobogenzo sigues embarcado en diversos proyectos. ¿Alguno que te haga especial ilusión?
En estos momentos me encuentro en los ensayos de mi próximo disco que se grabará en septiembre en Barcelona con dos músicos extraordinarios: los hermanos Lluis y Gerard Claret. Son dos artistas consagrados a los que admiro desde siempre.
Por otro lado, estoy, además de acabando la traducción del último volumen del Shobogenzo, produciendo un documental para el director cacereño Rubén García que verá la luz este año. Se encuentra en proceso de postproducción. Rubén es un artista enorme con una sensibilidad exquisita. Trabajar con él está siendo un lujo a nivel personal y profesional, y estoy seguro de que este proyecto nos dará grandes satisfacciones.
También, después de verano, retomaré mi papel de colaborador semanal en el programa de RNE ‘Si se quiere se puede’ a cargo de mi querido amigo José Antonio Lagar.

Además de tus múltiples facetas crees y trabajas por algo que para Grada es indispensable, la integración… Háblanos del ballet que has montado con tus alumnos de Alburquerque.
Bueno, antes que nada decir que esta idea no fue solo mía, sino en colaboración con una profesora excepcional llamada Alejandra Fenoll. Ella se encargó del grueso de la coreografía, el vestuario, etcétera, y yo de la escenografía. Hicimos cinco representaciones de ‘El pájaro de fuego’, un mítico ballet de Igor Stravinsky, con un grupo de más de ochenta alumnos de distintas características comprendidos entre los 12 y los 17 años. Ha sido una experiencia fabulosa donde creo que todo, pese a la dificultad de trabajar con adolescentes e incluyendo las partes menos gratas, ha resultado enriquecedor en muchos aspectos para la comunidad educativa implicada.

¿Tú que has sido diagnosticado con el síndrome del ‘TDAH’ qué opinas al saber que su descubridor, Leon Eisenberg, confesó, siete meses antes de morir, que es un síndrome ficticio?
Honestamente, desconozco a dicho señor tanto como su confesión. Por mi parte, quien me conoce sabe que llevo mucho tiempo diciéndolo. Todo suena, aunque pueda pesarle a la industria farmacéutica, a otra manera más de ganar dinero. A mí nunca me han tratado como si lo tuviera. Es más, revertí el efecto de la falta de atención, según un serio estudio clínico, con un hiperfoco. Sin medicación. Probablemente, el budismo y las artes hayan jugado a mi favor. Pienso que cuando una persona activa molesta, se le aparta. Creo que es como amputar un brazo cuando te duele sin haber tenido antes un diagnóstico más preciso por desconocimiento o comodidad. Me temo que, en este caso, los intereses son múltiples. Es mucho más fácil, en general, trabajar con una persona que no dé problemas, “esté quietecita” y asuma su condición de gregaria, que aceptar la heterogeneidad y lidiar con la diferencia. Por otro lado, sospecho que, como decía Aldous Huxley, “la medicina ha avanzado tanto que todo el mundo está enfermo”.

Eres bueno en muchísimas cosas que aparentemente son muy diferentes entre sí. Confiesa: ¿Hay algo que se te dé realmente mal?
¡Si te escucharan mis amigos y familiares se morirían de la risa! Creo que soy la persona más sobrevalorada que conozco. Por supuesto que se me dan mal muchísimas cosas. Dame un lápiz y un papel y lo verás. Por ejemplo, la cocina, el bricolaje y, en general, todo lo manipulativo, se crearon para que otros tuvieran un oficio a mi costa. Si juntáramos lo que sé hacer podría decirse que soy alguien completamente dependiente de la sociedad.

¿Te atreves a contarme tu teoría sobre que eres un hombre con suerte?
Como dije antes, he hecho demasiadas cosas, en comparación con mucha gente que no puede dedicarse ni siquiera a sus centros básicos de interés por motivos desafortunados. De la vida solo tengo agradecimientos. No le pido nada más, lo cual no quiere decir que no quiera hacer otras cosas.

¿Crees que esta vida tiene realmente algún sentido o todo se guía por la casualidad?
Aunque suene a tópico, creo que todo se guía por la causalidad y no por la casualidad. Dogen, en el volumen 4 del ‘Shobogenzo’, explica que los efectos causales pueden aparecer en el instante de cometer una acción, poco después o mucho después. Es irrelevante si percibimos esos efectos como tales o no. Desde luego, si compras ochocientos boletos de lotería tienes más probabilidades de que te toque que si compras uno, pero una cosa está clara: si no compras ninguno, no te toca. La conclusión es que esa “suerte” a la que creo que te refieres, en mi opinión, tiene que ver con el trabajo, el sacrificio y la renuncia.

Tú te consideras un gran defensor de los jóvenes y estás en pleno contacto con ellos gracias a tu labor como profesor de música. ¿Consideras que está en buenas manos nuestra cultura y nuestra identidad?
Esta cuestión me interesa muchísimo. Considero que nunca ha habido una juventud más desatendida que esta. Creo que ser joven hace veinticinco años era mucho más fácil que ahora. Por ejemplo, la sociedad parecía remar a la vez, había un control de contenidos televisivos, los padres y los maestros parecían estar de acuerdo en muchas cosas y los medios de comunicación, en general, no estaban siendo manifiestamente manipulados por corporaciones. Los pilotos rojos encendidos de los chicos de hoy nos dicen que no hacemos las cosas bien. Una sociedad que tiene una juventud desprotegida de chavales con talento, pierde la dignidad que ha de tener. Creer en los jóvenes cultural y laboralmente es un deber. La identidad de la que hablas no creo que se forje mediante tapones generacionales. Todo el mundo es importante y tiene cabida en una sociedad plural, pero el indecente abandono de los jóvenes creo que lleva en una sociedad patológica a pisar el freno y el acelerador a la vez.

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Además también se presenta la segunda edición revisada del primer volumen.

 

Y prepárense que aún queda el cuarto volumen…

Fotografías: CEDIDAS