Lanzarte
Virginia Rivas inaugura estos días un nuevo proyecto expositivo en la emblemática sala de arte El Brocense de Cáceres; se trata de ‘Mapa sonoro’, una exposición que podemos entender como la tercera de una trilogía que recoge la relación pictórica de Virginia con el arte sonoro.
Un periplo que se inicia con ‘Synesthesia’, proyecto con una fuerte carga emotiva y que escenifica la primera relación de Virginia con la música desde la pura plástica, a partir de la representación visual de canciones independientes provenientes de la cultura popular y que acompañaban a la artista en su proceso creativo. Una serie que le abre la puerta hacia la representación creativa del sonido, adentrándose en escenarios más complejos y aristados, surgiendo así ‘Soundscape’. Una exposición que añade el concepto de ruido de fondo como ingrediente constituyente del paisaje sonoro, convertido en leitmotiv de su nueva producción; tesitura que aprovecha para introducir diferentes piezas que podríamos denominar como ‘parapictóricas’ al transformar el origen físico de la pintura, pero con el imprescindible matiz de conservar su fuerza plástica y expresiva. Es, además, en esta ocasión cuando por primera vez Virginia muestra sus cartas, al exhibir sin tapujos las diferentes paletas de color creadas exprofeso para esta colección, desnudando las líneas maestras de su plan artístico.
Con estos dos proyectos expositivos como telón de fondo, la artista llega hoy al punto más avanzado de su investigación. Así, partiendo de un perfil eminentemente emotivo, formalizado en ‘Synesthesia’ y que evoluciona en ‘Soundscape’ hacia la recreación paisajista del ruido, nace ahora ‘Mapa sonoro’; una exposición que aúna ambas concepciones del oído visual, pero que progresa hacia escenarios de clara aspiración conceptual. Por tanto, no es fortuito seleccionar el termino ‘mapa’ como parte de su título, dado que el proceso aplicado aquí por Virginia se aleja del origen sensorial de la sinestesia, para centrarse en procedimientos más propios del mapeo, dando como resultado la traslación visual del sonido.
De esta manera, aquellos ejercicios ‘parapictóricos’ que aparecían como banco de experimentación se instituyen ahora como camino hacia los nuevos escenarios de la pintura. Un proceso de cosificación que pasa por múltiples formas que enriquecen el relato expositivo propuesto por la artista al incorporar obras como cajas de luz, instalaciones interactivas o neones.
No obstante, no podemos obviar el origen pictórico de esta exposición, siendo la pintura el eje principal de todos los proyectos de Virginia Rivas, y donde siempre encuentra inspiración a través de su vasta historia. La más notoria, Claude Monet; no tanto por la pincelada suelta del impresionista, sino más específicamente por el carácter inmersivo del que Virginia dota a esta exposición y que bebe directamente del maestro francés; tanto es así que los casi 10 metros de su obra ‘Prisioners of Love’, se convierten aquí en un espectacular homenaje a la famosa serie de Nenúfares de Monet y su concepción del espacio expositivo, actualizado aquí través papel ‘canson’ continuo. O la delicadeza y acierto a la hora de seleccionar y crear paletas originales para cada obra, proceso que nos recuerda a aquellos bodegones primitivistas de Mary Fedden, cuyas composiciones nos transportan irremediablemente a los primeros pasos en la carrera de Virginia y su relación con la pintura Naif.
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