Alérgica al lubídrio

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Casi seguro que acabas de pensar que lubídrio es algún componente de los alimentos o algo que está presente en lo que nos rodea y no estás muy equivocado. Anda, te dejo tiempo para que lo busques en el diccionario, yo también lo busqué no hace tanto.

Llevo mucho tiempo, demasiado diría yo, con la sintomatología derivada de exponerme a diario a dosis muy elevada de este elemento: insomnio, taquicardias, gastritis, anorexia, irritabilidad, tristeza,…

Reflexiono continuamente por qué a pesar de haber logrado un control emocional más que considerable, no puedo superar este lubidrio al que me veo sometida. Me siento de forma parecida a cómo debieron sentirse aquellas mujeres a las que rapaban en público y exponían para que soportaran las burlas y escarnio de los que las contemplaban.

No sé si mi alergia es congénita o adquirida, lo cierto es que mi apellido no ayuda mucho como tampoco el ambiente en el que se desarrollaron mis capacidades.

Me enseñaron a respetar a los otros, más si eran mayores, y mucho más si eran profesores. Aprendí a hablar sin abruptos ni insultos, a no gritar, a intentar hacer más dulce el mundo.

Paren, por favor, que yo me bajo. No puedo seguir, me estoy mareando. Ya se me acabaron las bolsas en las que guardaba mis vómitos.

Yo solo quería enseñar, ofrecer la oportunidad de conocer la razón de las cosas, demostrar lo que se puede conseguir con algunas ideas; luchar contra la violencia.

No, no puedo seguir, me faltan las fuerzas… Soy alérgica.

 

Julia Cortés Palma