César David. Escultor sin fronteras. Grada 116. Perfil

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Nacido en la localidad salmantina de Navasfrías, César David está considerado uno de los grandes escultores extremeños de los últimos años; no en vano, es en nuestra región donde ha desarrollado la mayor parte de su vida personal y artística. Después de concluir sus estudios de Bellas Artes en la Universidad de Salamanca ha presentado sus creaciones en numerosas exposiciones individuales y colectivas, en espacios como el Museo Vostell-Malpartida, el Círculo de Bellas Artes de Madrid, el Instituto Cervantes de Lisboa o el Palacio de la Aduana en Málaga. Y tiene instaladas varias esculturas públicas en Cáceres, Malpartida de Cáceres y Alemania.

Foto: Carlos Criado
Foto: Carlos Criado

Salmantino de nacimiento, ¿cómo acabó en Extremadura y, en concreto, en Cáceres?
Navasfrías es un pequeño y bonito pueblo a los pies de Jálama, justo al lado de la Sierra de Gata y del Portugal rayano. Un triángulo, sin duda, mágico. Por motivos laborales mi familia se trasladó a Cáceres cuando yo apenas cumplía un año de vida. Por lo tanto, mis huellas están marcadas en las calles y en las aceras cacereñas.

Tiene instalado su taller-estudio en La Mejostilla, en Cáceres, donde además de crear, recibe visitas y organiza encuentros. ¿Qué le aporta este estudio?
El estudio para un artista es su lugar de creación y reflexión. Es un santuario pagano. Y es, al mismo tiempo, tu propia galería y tu corredor de la memoria. En el estudio revolotean las ideas y los sueños a los que poco a poco uno intenta dar vida. Pero al tiempo es tu propio microcosmos, en el que, a veces, se guardan bajo llave esos proyectos que consideras únicos; también es tu patio, al que invitas a amigos artistas y estudiantes para que aporten otra visión, incluso cuando descubres que lo que tú pensabas que era único no lo es tanto, y te ayudan a poner los pies en el suelo.

¿Cuándo le comenzó a interesar el mundo del arte?
Yo creo que la necesidad, ya no de expresarme, que también, sino de crear, de elaborar, de construir un universo propio, es innato en mi vida. No me recuerdo sin estar dibujando, pintando, trasteando, doblando hierros que andaban por casa… Dando forma, en fin, a mis propios paraísos. Mi llegada a la Facultad de Bellas Artes fue cumplir un sueño; y, si me apuras, una necesidad. Ni me recuerdo en otras imágenes ni me reconozco fuera del mundo del arte.

Además de la escultura, ¿trabaja otras disciplinas artísticas?
En el mundo de las formas, del volumen, del material (en mi caso el hierro) es donde me siento más cómodo trabajando y donde encuentro más respuestas a mis planteamientos artísticos. Pero trabajo también el grabado; me interesa mucho la ‘cocina’ que tiene hasta llegar al resultado final, esa elaboración lenta y meticulosa que te hace reflexionar con las formas y cuestionarte conceptos. Y por supuesto el dibujo; sin él no hay nada, todo pasa por el dibujo, para poder concretar ideas se necesita dibujar mucho ya que es la herramienta, el lenguaje, que te ofrece la capacidad de sintetizar conceptos.

Foto: Carlos Criado
Foto: Carlos Criado

¿En qué se inspira para desarrollar sus creaciones?
Parto, casi siempre, de conceptos. Por supuesto, de la vida que me rodea, de mi entorno cercano y, cómo no, de los mundos lejanos, los reales y los imaginarios. De lo concreto y de las ideas abstractas. De todo.

Participó por primera vez en una exposición colectiva en 1986, y presentó su primera individual un año después; ¿qué aspectos caracterizan su trabajo a partir de ese momento?
Han pasado ya 30 años, hay una evolución lógica pero no programada, la madurez artística se ha de notar. Trabajos no tan rudos, más reflexivos, aunque me gustaba la espontaneidad de los 20 años, y, por qué no decirlo, la ingenuidad. Pero también estoy a gusto con las formas que me provoca esa madurez, a la que incluso me permito criticar cara a cara, y mirarlo con distancia.

En el invierno de 2009 la ciudad monumental de Cáceres se llenó de grúas para descargar toneladas de hierro en sus plazas, que se convirtieron en ‘Naces, Eres, Mueres, Tierra’; ¿lo considera su mayor proyecto escultórico hasta la fecha? ¿Y por qué integrarlo en el entorno urbano de Cáceres?
Fue un enorme proyecto. Siempre he trabajado grandes formatos, pero este fue casi monumental. Conceptualmente era sólido, partió de una instalación mía en el embarcadero del Museo Vostell Malpartida y de lo que siempre he visto al pasearme por un almacén de hierros, ver a través de la oquedad de los tubos, descomponer el paisaje creando una forma concreta que explica un determinado concepto, en este caso, que naces, vives y te conviertes en tierra, esto es, todos los actos humanos conforman lo que es nuestro planeta; aunque ya sabemos cómo lo estamos dejando.

El proceso fue emocionante. El traslado, el montaje, el desmontaje, la nieve que cubrió esos días la Ciudad Monumental de Cáceres, el diálogo que intenté establecer entre las piedras y el hierro, entre la memoria y el futuro, entre el patrimonio y el lenguaje contemporáneo, entre la poesía y la realidad. Ese proyecto quedará para siempre entre mis grandes recuerdos.

Esas piezas posteriormente se han instalado en diferentes ciudades, como Malpartida de Cáceres o Mérida; incluso ‘Rapto de Proserpina’ está ubicada en la localidad alemana de Kaditzsch. ¿Permiten obras públicas como estas mostrar su creatividad y capacidad en grandes proporciones?
El ‘Rapto de Proserpina’ es una escultura sonora. El proyecto ECCO trataba de instalar por la localidad varias esculturas que tuvieran la capacidad de ‘sonar’. Con varillas de acero creé una estructura en la que pareciera que Plutón raptara a Proserpina. Sobre un cajón de chapa se alzaba y a un golpe a una de sus varillas resonaba porque temblaba la estructura en el cajón. La tienen ubicada al pie del colegio y me cuentan que los niños al entrar la tocan todos los días, y hasta intentan hacer música con ella. Forma parte su cotidiana realidad en sus días de escuela.

Foto: Cedida
Foto: Cedida

También es el autor de las esculturas de galardones tan reconocidos como el Cáceres Pop-Art o los San Pancracios. ¿Cómo surgieron estos trabajos y qué puede expresar gracias a estas estatuillas?
Estoy en la vida cultural cacereña, saben de mis trabajos y me los encargan y los disfruto.

Intento sacarles jugo a lo que quieren expresar, lo que quedará en las vitrinas de aquellos premiados que los reciben, de los que a veces, cuando nos encontramos en la calle, me llaman ‘el señor de los premios’, o de los que muestran en las redes sociales esas pequeñas piezas como tesoros.

Y claro que me gusta verlos cuando los sacan a la luz, porque, aunque no aparezca mi nombre en ellas, me siento como un padre de familia numerosa con sus criaturas repartidas por medio mundo.

¿En qué proyecto está trabajando ahora?
No me gusta hablar de proyectos, haberlos haylos, pero ya sabéis que los artistas somos algo supersticiosos. Os invito, no obstante, por supuesto, a recorrer mi estudio y veréis algunos de esos proyectos en los que estoy embarcado.

¿Considera Extremadura una tierra fértil para el Arte?
Tenemos grandes artistas, y la tierra es tan fértil como otra, ya no hay fronteras. Como decía al principio, yo nací en Jálama, en un paisaje que casaban, en un perfecto maridaje, geografías castellanas, leonesas, portuguesas y extremeñas, con lo que intento que las fronteras estén fuera de mis trabajos. Prefiero la ‘Linde’, como una metáfora con la que llamé a uno de mis proyectos que mejor me define.

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