Cualquier niño pueden ser agresivo en algún momento, porque está aprendiendo a controlar sus emociones, a respetar los límites y a aceptar las reacciones de los demás. Pero si las agresiones son frecuentes y no se limitan a incidentes aislados en casa, en el colegio o en el parque, es posible que se tenga que intervenir.
Hay unas pautas a seguir por los padres:
– Escúchale con empatía, repitiendo lo que te está diciendo. Un truco para empatizar es compartir sus sentimientos replicando su postura corporal y su tono de voz.
– Permítele que tome decisiones por sí mismo (por ejemplo, qué ropa quiere llevar). Responde a sus peticiones de atención con contacto visual, una sonrisa o una caricia, y refuerza con frecuencia los buenos comportamientos.
– Evita darle órdenes de forma negativa o autoritaria. Transmítele una opinión comunicándole sentimientos positivos. Critica el comportamiento, no al niño. Por ejemplo, es mejor decir “has limpiado mal tu habitación” que “vives en una pocilga”.
– Felicítale por su buen comportamiento y los buenos hábitos. Pide disculpas cuando sea necesario y, especialmente, evitar humillarle. Trata de ser consistente en la disciplina y en la educación.
Con normas y límites consistentes en casa la mayoría de los niños pasan por estas fases sin problemas, reduciéndose los comportamientos agresivos.
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