Hermenegildo Anglada Camarasa. ‘Sonia de Klamery’. Grada 130. Arte

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Inmaculada González

“Pavos reales azules, con su cola de fuego, rosas blancas del tamaño de lo monstruoso y guirnaldas desconocidas como collares flojos en el cuerpo de la noche. La bella lleva el pelo en caracolillos sobre la frente, la ropa en una envoltura de objetos, miniaturas y colores, y ha hecho su hamaca de pájaros rayados y flores violeta. La bella lleva los hombros desnudos, los brazos y el torso blancos como la noche, tomados de luz de luna, y los ojos grandes, excesivos, ojos nocturnos que iluminan una nariz breve y una boca roja. La bella es Sonia de Klamery, condesa de Pradère”.

Respecto a la obra no puedo añadir mucho más de lo que el literato Francisco Umbral describió en este artículo sobre el lienzo aquí mostrado. Sí hay que apuntar que ese París que a principios de siglo acogió a los ballets rusos, con sus escenografías y decorados y con esos vívidos vestuarios, es el detonante para que Anglada cambie su hasta entonces pálida paleta por tonos más atrevidos y contrastados, justo lo que se refleja en este lienzo.

Respecto al artista, fue uno de los principales inspiradores del modernismo pictórico, el movimiento que ejerció de enlace entre los creadores del siglo XIX y las vanguardias del siglo XX.

El recorrido personal de Camarasa pasa por Mallorca, Cataluña y París. Fue esta, justamente, la ciudad desde donde su genialidad se dio a conocer al mundo, pero también fue el lugar en el que vivió las mayores penurias económicas de su vida. Se refugió allí para seguir creciendo como artista y, de paso, escapar de la oposición materna a su amor por el arte pues, una vez huérfano, su familia le instaba a que trabajara.

De joven manifestó predilección por la pintura y, aunque tuvo que reprimirse por ello, tomó clases particulares. Sus primeros intentos en pintura se suceden entre veredas solitarias y puestas de sol. Si no se hubiera instalado en París quién sabe lo que hubiera sido de él como artista. Pero la Ciudad de la Luz le abrió los ojos y en la vida nocturna decadente y cosmopolita él encontró la luz. El intenso colorido de cafés, teatros y bulevares los supo traducir en densos empastes y líneas en arabesco, un tratamiento cercano a lo decorativo.

Aunque el verdadero esplendor del artista coincide con el período entre 1904 y 1914, la fama de Camarasa se resintió particularmente. Su prestigio fue declinando hasta una amnesia terminante, hasta verse infravalorado frente a otros pintores de circunstancias históricas semejantes, pero de interés incuestionablemente menor. Y es que, según opiniones, su trayectoria no cuadró con el lógico trayecto evolutivo de las sucesivas vanguardias artísticas de nuestro siglo; no comulgó ni con el academicismo ni con las tendencias neoimpresionistas ni simbólicas de la época. Él fue él, siguió su propio camino, a pesar de haber representado un cierto equilibrio precisamente antes del caótico cubismo.

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Hermenegildo Anglada Camarasa. ‘Sonia de Klamery’. Grada 130. Arte
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Hermenegildo Anglada Camarasa. ‘Sonia de Klamery’. Grada 130. Arte
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Pavos reales azules, con su cola de fuego, rosas blancas del tamaño de lo monstruoso y guirnaldas desconocidas como collares flojos en el cuerpo de la noche. La bella lleva el pelo en caracolillos sobre la frente, la ropa en una envoltura de objetos, miniaturas y colores, y ha hecho su hamaca de pájaros rayados y flores violeta
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