Cuando el cofundador de Intel, Gordon E. Moore, desarrolló la Ley que lleva su apellido en 1965, ya pensó que tenía fecha de caducidad. La capacidad de integración de los transistores en un circuito integrado, es decir, la cantidad de transistores que caben por unidad de espacio ha ido duplicándose cada dos años. Esto ha permitido a los desarrolladores de hardware implementar equipos cada vez más potentes, con un menor tamaño y consumo y un mejor rendimiento.
El proceso de fabricación de las placas base llegará a una reducción de 5 nanómetros como mucho, y teniendo en cuenta que un nanómetro es la millonésima parte de un milímetro podemos imaginar los niveles de integración en los que nos estamos moviendo. Pero llegará un momento en que, ni física ni económicamente, este proceso de fabricación será sostenible, pues cada contracción hace más caro el proceso.
Ese momento está ya muy cerca, se estima que en cuatro o cinco años el proceso de integración habrá llegado a su límite. Existen varias alternativas, como el transistor de grafeno y los ordenadores cuánticos, para lograr máquinas ultrarrápidas basadas en cúbits (bits cuánticos), que permiten todas las combinaciones posibles de valores de un bit: 0 0, 0 1, 1 0 y 1 1 al mismo tiempo; esto permite hacer cálculos múltiples simultáneamente, en lugar de un cálculo de progresión lógica, como en una computadora binaria estándar, en la que las respuestas son ‘sí’ o ‘no’, o ‘encendido’ o ‘apagado’, puesto que el sistema cuántico hace todos los cálculos al mismo tiempo y entrega la información instantáneamente.
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