Nunca se detiene, es incansable y con son su ritmo acompaña cada paso. El corazón se forma a los cinco meses de gestación, a los seis comienza a funcionar y nos acompaña sin detenerse hasta el final de nuestros días. Ese ritmo constante que produce, que pocas veces escuchamos, está presente siempre acompasando nuestra vida.
La música refleja nuestras emociones, deseos, anhelos, sufrimientos, alegrías, y tiene su latido en cada canción. Solo tienes que pensar en un momento de tu vida y tendrás una canción que se acerca a la emoción que ese momento te produce. Y detrás de esa canción está el latir de ella misma, a veces muy marcada, como en la música electrónica, y otras no tanto, como en un canto Gregoriano.
¿Se puede acaso prescindir del ritmo? ¿Se puede acaso coordinar la vida sin un ‘tempo’? No se puede vivir sin corazón, y menos sin su latir que distribuye y purifica interiormente. Así también funciona una pieza musical con su ‘tempo’ y lo que él produce en ella.
Cuando fuimos pequeños vibramos con ciertas composiciones, pensadas para divertirnos, enseñarnos y, claro, mantenernos ocupados mientras nuestros padres descansan de nosotros. La alegría está presente en el compás que marca el ‘tempo’. Más tarde, cuando ya nos quieren saltando, seguramente para que estemos cansados en la noche, se acelera un poco más ese marcador rítmico. En la noche suenan en las voces paternales las famosas canciones de cuna, que, por supuesto, tienen un ‘tempo’ y un anhelo juntos, que entremos en el sueño profundo.
Sin ningún descanso, el corazón sigue produciendo el ‘beat’ en cada ocasión. Llega el amor, las salidas, ingresa la noche como parte del plan diario y así la juventud, con su ritmo alocado, hace su entrada. La música es la compañera inseparable y la que marca, con su compás, nuestros gustos en todo.
La música tiene muchos ritmos, como tu corazón. Y, aunque no siempre se escuche, nunca va a dejar de latir ni de acompañarnos en nuestra vida.
Cristian Ardito
Productor Creativo
Director de ‘Libres del Mundo’
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