Constancio Rodríguez
Tradicionalmente se ha venido definiendo al hombre como un ser social que vive en relación con el entorno, en comunidad, siendo la falta de contacto o de convivencia la que va a conformar y definir la idea de soledad.
Puede existir un componente de voluntariedad que nos lleve a la opción de la soledad como una forma de aislamiento social, pero generalmente abordaremos el sentimiento de soledad como una vivencia no deseada, a la que todos estamos sometidos en determinados periodos, etapas o momentos de la vida.
Cuando se trata de una situación involuntaria genera dolor e insatisfación, y comporta carencia de elementos físicos derivados del aislamiento; no olvidemos que aún hoy se sigue utilizando en algunas instituciones el confinamiento físico como castigo, es el caso por ejemplo de las personas que viven recluidas en instituciones penitenciarias, presentando también aspectos emocionales que acentúan la sensación de soledad.
La soledad se presenta unas veces como la respuesta a una discrepancia entre lo deseado y lo existente; otras como una postura libremente elegida de respuesta personal ante circunstacias esenciales, ya sean por razones de orden religioso, artístico o creativo, laboral, etc.
Recientemente la Fundación Axa y la Fundación ONCE han promovido un trabajo de investigación que busca conocer el alcance, la incidencia y el origen de la soledad en la sociedad española, cifrándose en un 8% el conjunto de personas que viven solas por obligación, de las cuales un 20% son jóvenes y un 40% pensionistas o jubilados. De las personas mayores que viven solas, seis de cada 10 lo hacen por decisión propia, mientras que el resto se ven abocados a una soledad no deseada, cuyos peores efectos se manifiestan cuando caen enfermos o se les presentan problemas de caracter personal. La noche y los fines de semana acentúan la sensación de soledad.
Amigos y conocidos son el primer recurso de apoyo para quienes viven solos, y familiares y amigos marcan la prioridad para quienes viven en soledad de manera no voluntaria. Se apuntan como elementos del contexto social que propician la soledad:
– Los factores sociodemográficos: cambios en el modelo familiar, aumento de la esperanza de vida…
– El tránsito de población del ámbito rural al urbano.
– Los avances tecnológicos que favorecen una comunidación menos profunda.
– Un tipo de sociedad más individualista.
– Y la soledad como un efecto colateral de la situación de crisis económica.
En este contexto el grado de sociabilidad va a venir condicionado por el tamaño del municipio de residencia, el trabajo y el nivel de ingresos, cobrando importancia los aspectos de sexo y estado civil cuando se trata de soledad no deseada.
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