Cuando nos encontramos con obstáculos la fuerza de seguir adelante y el deseo de no rendirse es lo que llamamos perseverancia. A pesar de la frustración y el desánimo, tras uno o varios fracasos, la persona perseverante vuelve a intentarlo, persiguiendo sus objetivos y trabajando con conciencia y tesón. Es cierto que la perseverancia no garantiza el éxito, pero también es cierto que sin perseverancia no es posible tener éxito.
Es importante también tener la capacidad suficiente para saber cuándo hay que seguir perseverando y cuándo dejarlo. En el caso de que el control se vaya de nuestras manos o la meta no pueda estar a nuestro alcance, porque sea un imposible, hay que saber abandonar. Saber focalizar nuestros esfuerzos en algo diferente es actuar de forma inteligente y razonable ante situaciones u objetivos que se alejan de nuestro alcance y que no nos reportan ningún beneficio. Alejarnos a tiempo nos beneficiará en ahorro de tiempo y esfuerzo.
En el lado opuesto a la perseverancia se encuentran las personas que carecen de la energía necesaria para buscar nuevos y motivadores horizontes. Son personas que buscan el camino más sencillo, sin baches y con atajos. La sombra que les acompaña es la desmotivación y el cansancio, que les obliga a abandonar al mínimo cambio.
En el transcurso de la vida muchos de nosotros hemos fallado muchas veces; volver a tomar las zapatillas y continuar es lo que nos lleva a lograr aquello que deseamos. Atravesar la línea de meta, aunque sea de forma exhausta, demuestra el gran espíritu de lucha y superación, algo que es digno de ser admirado.
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