Las buenas costumbres. Grada 124. Moda

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Moda Patty Gruart

Patty Gruart

No me pierdo ningún artículo de J.R. Alonso De la Torre. Los temas que trata me parecen cotidianos, están escritos de una forma sencilla y son fáciles de leer. Aunque confieso que mis preferidos son aquellos que involucran directamente a su madre o a su suegra; aparte de sacarme una sonrisa por lo peculiar de sus opiniones, me recuerda mucho a mis abuelas, a las que tanto echo de menos y de las que tanto aprendía con sus historias.

Uno de sus artículos me ha motivado a escribir hoy. Concretamente, en el que J.R. comenta que su suegra, más que criticar los pantalones rotos, los riñones al aire o la ropa interior asomando por todos lados, lo que realmente llamaba su atención eran las pésimas costuras de la ropa de hoy en día. Lo de pésimas lo digo yo, su suegra fue más sutil.

Mi abuela me contaba que en su armario no había muchos vestidos, pero todos ellos parecían recién comprados. Bien por la calidad del tejido o los cuidados de la prenda, pero en gran parte se debía a su impecable confección.

Me resulta increíble cómo han cambiado los hábitos de consumo en el sector textil en los últimos años. Hemos pasado de comprar poco y bueno, para hacerlo de forma compulsiva, coleccionando prendas con patrones industriales sin valor en la confección.

Sin duda, nos hemos vuelto unos conformistas al respecto y me sorprende cuando me encuentro con comentarios que justifican de alguna manera o restan importancia a esta mala praxis: “Es que yo no entiendo de costura, hija”. Da igual, ¡es sentido común! Un estampado de rayas o cuadros debe coincidir en la unión del patrón delantero y el de la espalda. Demasiado condescendientes somos cuando pensamos: “claro, si es que es muy difícil que coincida”. Exacto, difícil y algo más costoso, pues requiere de la labor de un profesional, de algunos centímetros más de tela y cierta configuración en el plotter que corta cantidades industriales. Vamos, poca cosa si lo comparamos con todo el esfuerzo que conlleva la producción de una prenda (se crea un diseño, su ficha técnica, se busca el tejido base, el forro y demás fornituras, se hace el patrón, se crea la muestra en glasilla y finalmente se cose la prenda final).

Este no es más que uno de los muchos detalles que pueden hacer que nuestras prendas destaquen por baja calidad. Estas taras actúan como una lupa que amplía sin mesura las imperfecciones. De hecho, según leía en el artículo a De la Torre me venían miles de ejemplos a la cabeza. Las pinzas de pecho en cualquier otro sitio, en lugar de donde deben estar, en el pecho. Los botones de las camisas, donde el plástico sustituye al tradicional nácar o a los delicados botones forrados. Cremalleras que no duran un asalto, hilos que encogen tras el primer lavado, bordados con tan poco hilo que transparentan, camisetas que al pasar por la lavadora no vuelven a ser las mismas, plisados que desaparecen, prendas que destiñen por no llevar su acabado fijador, y un sin fin de taras más por las que identificamos las deficiencias de nuestro atuendo.

No obstante, si queda alguna duda, no hay otra como acudir en busca de ellas, quienes opinan sin filtros. Las que cosían y bordaban solo por el hecho de ser mujeres y a quienes extrañaremos muchísimo si nos faltan. Las expertas de casi todo en la vida, las que más nos quieren y cuidan, nuestras madres, suegras y abuelas.

“El lujo no depende de la riqueza, sino de la ausencia de vulgaridad”. Coco Chanel.

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Las buenas costumbres. Grada 124. Moda
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Las buenas costumbres. Grada 124. Moda
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