¿Qué se puede hacer con más de 2.000 millones de usuarios? Creo que sería más sencillo responder a qué no se puede hacer. El conglomerado Facebook-Whatsapp-Instagram agrupa a dos millardos de personas que utilizan a diario al menos uno de los tres servicios. Se pueden montar enormes campañas sociales. También se puede influir en resultados electorales. Y, ¿por qué no?, crear una moneda propia, un medio de pago, instrumentos de financiación…
Los bancos tradicionales están preocupados por la posibilidad de que Amazon ofrezca productos financieros. Tienen motivos para estarlo, pues el rey del comercio electrónico puede, de un modo sencillo, añadir facilidades de financiación a nuestras compras. Facebook y sus subsidiarias no se quedan atrás, aunque su papel en el e-commerce sea mucho más tangencial.
En junio Facebook presentó su propia moneda digital, Libra. Una criptomoneda basada en el protocolo Blockchain, el mismo de otras divisas digitales como Bitcoin o Ethereum. Sin embargo, presenta muchas diferencias con estas. Libra estará gestionada por un consorcio de 28 compañías privadas, que decidirán sobre su generación y gestión. No podrá ser ‘minada’ (generada) libremente por cualquiera. Estará respaldada por una reserva de monedas reales y otros activos. Y servirá para realizar pagos por internet; por cada transacción esas compañías cobrarán una comisión.
El dinero se puede definir como el instrumento por el que un Estado reconoce una exención de un impuesto. Si uno debe impuestos al Estado, entregando dinero queda liberado de esa obligación. De ahí que el Estado se atribuya el derecho exclusivo de creación y gestión del dinero. También existen monedas privadas, sobre todo en ámbitos locales, que permiten intercambios y transacciones ventajosas para sus usuarios.
¿Qué panorama puede surgir con la aparición de una moneda con potencial para ser utilizada por casi un tercio de la población mundial? El banco más grande de España, el Santander, tiene en todo el mundo 20 millones de clientes. ¿Qué poder puede alcanzar una estructura 100 veces más grande? Cuando menos, es inquietante a la par que interesante, porque parece poco probable que los Estados renuncien a un privilegio tan exclusivo sin protestar. O sin establecer un control férreo.
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