Julio Esteban Ortega
Uno de los nombres más recurrentes en la onomástica de nuestros antepasados es Camalo. Este antropónimo se extendió por el norte de la antigua provincia romana de Lusitania, sobrepasando el río Duero hacia territorio galaico. Como sucede con el resto de los nombres antiguos, la principal fuente de información para conocer su dispersión es la Epigrafía, que, en forma de lápidas o aras con invocaciones a los dioses, ha conservado para la posteridad este tesoro onomástico.
La distribución de este antropónimo en el mapa de la Península Ibérica dibuja una banda que iría desde los distritos portugueses de Viana do Castelo y Braga, pasando por los de Viseu, Guarda y Castelo Branco, hasta el sur de la provincia de Salamanca y las zonas más septentrionales y oriental de la de Cáceres. En la provincia de Cáceres contamos con un total de 21 inscripciones en las que aparece este peculiar nombre, extendido principalmente por la zona de las antiguas ciudades de Caurium, Augustobriga y Turgalium.
Se han dado diversas interpretaciones sobre la etimología de la raíz ‘Camal-‘, pero los investigadores no se ponen de acuerdo. En cualquier caso, se trata de un nombre muy antiguo que se remonta al primer milenio antes de la Era y sobrevive a la conquista romana de la Península Ibérica.
Como otros muchos antropónimos indígenas, Camalo tiene su versión femenina, Camala, cuyos testimonios epigráficos se documentan exclusivamente en territorio portugués. Por el momento no ha aparecido, que sepamos, ni una sola inscripción de alguna mujer con este nombre en provincias españolas como Salamanca o Cáceres.
Un caso excepcional es el de la inscripción procedente de Villar del Pedroso (Cáceres) en la que se menciona un individuo de nombre Arco, hijo de Ambato, que dice pertenecer a la organización suprafamiliar de los Camalicos, que también se documenta en Segovia. Este tipo de organización social es muy típica del mundo celtibérico, desde donde se extendió hacia tierras habitadas por el pueblo Vetón.
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