Pschhh… Voy a contaros un secreto… ¡Los sueños se cumplen!
Si a mí, hace 10 años, me llegan a decir que voy a escribir libros, publicar y firmarlos… habría dicho que eso era imposible.
Escribo desde siempre, desde los 5 o 6 años, convencida de que lo que escribía no tenía ningún valor. Yo luchaba para ser como los demás, una persona fuerte y segura, que no se emocionase con tanta facilidad. Creía firmemente que la alta sensibilidad que me define era un defecto de fábrica, pero no sabía a quién reclamar.
Si la idea de mostrar mis sentimientos aparecía… mi cabeza me decía:
– Ni se te ocurra, ni se te ocurra,…
Y esto me generaba una gran inseguridad, por eso siempre fui extremadamente tímida…. Aún lo soy, pero ya me enfrento a ello sin miedo.
Y así estuve 50 años; escribiendo y destruyendo… Me daba horror que alguien descubriese mi gran debilidad.
Y un día, sin saber por qué, paré en seco y hablé muy seriamente con mi cabeza:
– Se acabó, hasta aquí hemos llegado. Si no he conseguido madurar en los primeros 50 años, tampoco voy a hacerlo en los próximos 50. A partir de ahora voy a escribir lo que siento, decir lo que pienso y hacer lo que digo… Respetando a los demás, pero siendo auténticamente yo, sin máscaras.
La primera vez que me decidí a recitar unos poemas míos lo hice entre amigos, en el Casino de Badajoz. Le pedí a mi madre un Trankimacin 0,5. Mi madre no quería, pero la convencí. Me faltaba el aire, me ahogaba… sufrí un ataque de ansiedad. Un momento antes de empezar a recitar le pedí otro. Mi madre no entendía.
Debo tener muy poca ‘pechonalidad’ y mucho corazón porque no me cabe.
– Mira, ponme la mano, verás- le dije.
Efectivamente, el corazón se me salía de la caja torácica y mi madre accedió a darme otro.
Recité, mas mal que bien, pero lo hice. Me enfrenté al miedo.
Después comencé a escribir en Facebook, hasta que un escritor se fijó en mí diciéndome que era capaz de escribir sobre temas complicados con ternura y sensibilidad. Y me propuso escribir una novela a medias.
La novela se publicó, y luego vino otro libro yo sola, y otro, y otro… Ahora estoy convencida de que, dentro de 10 años, mis sueños de hoy ya se habrán cumplido.
Cuento todo esto para ahorraros tiempo, para que no tengáis que esperar 50 años; para que reflexionéis y os deis cuenta que, en la mayoría de las ocasiones, somos nuestro peor enemigo.
– No puedo, no sé, no debo…
¡Hazlo! Porque, como decía santa Teresa de Jesús, «es mejor pedir perdón que pedir permiso».
Los sueños se cumplen, y hoy doy fe de ello.
