María Ángeles Durán. Pionera del feminismo académico español. Grada 123. Perfil

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PIONERA DEL FEMINISMO ACADÉMICO ESPAÑOL

Fotos: Lourdes Balduque

Nacida en Madrid e integrante de la primera generación madrileña de una familia oriunda de la Sierra de Gata, María Ángeles Durán es una socióloga española especialmente reconocida por ser pionera en la investigación social sobre el trabajo no remunerado, la situación social de las mujeres y su entorno sociolaboral y familiar, la economía de la salud y la desigualdad en el uso del tiempo. Fue la primera mujer que logró una cátedra de Sociología en España, en 1982, y fue una de las primeras investigadoras del mundo académico español que realizó trabajos sobre la situación de las mujeres. En 2002 recibió el Premio Nacional de Investigación ‘Pascual Madoz’ en Ciencias Económicas y Jurídicas, y en 2009 la Medalla de Extremadura.

Su padre nació en el norte de Cáceres, en la Sierra de Gata, y desarrolló su carrera como ingeniero industrial en Madrid; y su madre volvió a la Sierra de Gata, después de quedar viuda, para sacar adelante a sus seis hijos dirigiendo una almazara de propiedad familiar. ¿Qué ha supuesto Extremadura en su vida?
Cuando era niña vivíamos en Madrid, pero buena parte de la familia paterna, entre ellos los abuelos, vivían en Extremadura. Mi padre era un enamorado de su tierra y nos transmitió ese cariño. Íbamos varias veces al año, y la vida en el pueblo era un enorme contraste con la que llevábamos en Madrid. Los viajes duraban muchas horas. Nunca olvidaré la bajada del tren en el apeadero de Cañaveral, en Navidades, de madrugada. Las máquinas resoplaban, el aire se llenaba de carbonilla, y el vapor hacía nubes blancas. Los niños caminábamos adormilados, agarrados de la mano. Los viajeros esperábamos en lo que entonces se llamaba un parador, una especie de mesón alrededor de una gran lumbre, calentándose y haciendo de vez en cuando una firma sobre las brasas. El autobús llegaba a las 6 de la mañana, con los asientos helados y los cristales empañados por el frío.

Mi niñez transcurrió entre la posguerra y los primeros años de modernización de la sociedad española. Mi padre intentó modernizar la producción agraria y ganadera; llevó la primera trilladora a la comarca, desmontó jarales, trató de aglutinar a los vecinos para hacer una carretera, importó de Estados Unidos semillas de hierbas pratenses. No le dio tiempo a ver la llegada del primer toro de una nueva raza albina que cambiaría para siempre el aspecto de las ganaderías extremeñas porque murió antes de que llegase, y fue mi madre quien tuvo que continuar su tarea.

Tuve la suerte de conocer a mi abuelo, que era un gran contador de cuentos. Nos sentábamos los nietos alrededor de él en sillitas bajas, cerca de la chimenea grande de su casa. Doblaba un papel del librillo de fumar para hacer una pajarita, la ponía sobre el humo y mirábamos hechizados mientras la pajarita blanca ascendía por el hueco oscuro de la chimenea. Siempre empezaba con la misma cantinela: “Amigo mío, amigo de Dios y amigo de todos los hombres. Habrás de saber que hubo una vez…”. Los cuentos de mi abuelo no se parecían en nada a los que nos contaban en Madrid, ni a los que venían en los libros. Años después, en una librería de Santiago de Compostela, los reconocí en una antología de la tradición oral galaicoportuguesa. Esa tradición se mantenía viva, al menos hasta entonces, en el norte de Cáceres, donde algunos pueblos todavía conservan la ‘fala’.

¿Cómo empezó su interés por la Sociología y por el estudio de los fenómenos humanos en general?
En mi casa se apreciaba el estudio y la cultura, y a mí me gustaba estudiar. Mi primer deslumbramiento no fue con las Ciencias Sociales, sino con la Física. El día que nos explicaron en el colegio las moléculas y los átomos, tendría entonces unos 13 años, quedé maravillada. También me impactaron las Matemáticas, la Filosofía y el Francés; tuve muy buenos profesores en esas materias, que lo hacían fácil y estimulante. Al acabar Preuniversitario no sabía qué elegir, tenía todo el abanico abierto. Me hubiera gustado estudiar Ingeniería industrial, pero mis padres me disuadieron, temían que el ejercicio profesional en ambientes fabriles resultase excesivamente duro. También me gustaba Medicina, pero me desmayé en un par de ocasiones viendo hacer curas y pensé que no valdría para ello. Finalmente opté por Económicas, pero el día que salí de casa para matricularme encontré en el Metro a una compañera de colegio que estaba haciendo Políticas y me dijo que era la misma Facultad y casi igual que la sección de Económicas, pero con algunas de las asignaturas más bonitas de Historia, Filosofía y Derecho. Me convenció. A mis padres no les entusiasmó el cambio, pero nunca me he arrepentido, encontré mi lugar.

¿Cómo fueron sus primeros años de trabajo e investigación?
Al terminar la carrera empecé a trabajar en el Ministerio de Trabajo. Me encargaron que creara un gabinete de valoración de resultados de los programas de formación profesional. Era la época en que se iniciaba la industrialización y hacían falta miles de especialistas en nuevos oficios para los polos de desarrollo en toda España. Diseñé un sistema de encuestas en varias fases, visité las aulas. Fue una época frenética, de ilusión inmensa y muchas satisfacciones. Siendo mujer y joven chocaba bastante mi presencia; por ejemplo, estaba prohibido que las mujeres subieran a los coches del Parque Móvil de los Ministerios y eso creaba problemas de intendencia y de logística. En un pueblo de Burgos pusieron a la hermana del cura para que me acompañase. En muchos sitios la esposa del dueño del bar me ofrecía su casa para utilizar el baño o para descansar un poco en un ambiente tranquilo. Nunca he vuelto a sentir tanta emoción y creatividad como en aquel momento. Empecé a preparar la tesis sobre formación profesional y movilidad social. Me sentía partícipe de un gran cambio social. En muchos casos el esfuerzo que hacían los que recibían los cursos era enorme, admirable. Se levantaban de noche cerrada para ir en bicicleta al centro más próximo, a varios kilómetros de distancia, con los campos nevados. Al cabo de un par de años hubo un conflicto acerca de unas cifras de la evaluación, y perdí simultáneamente el empleo y los datos para la tesis. Aprendí lo arriesgado del oficio de evaluador, era una época poco propicia para admitir la disidencia y la crítica. También he de decir que no sufrí acosos ni más discriminación que la general del sistema de aquella época.

En 1979 fundó el Seminario de Estudios de la Mujer de la Universidad Autónoma de Madrid, el primer instituto universitario de estudios de la mujer creado en España; también ha colaborado con el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, o con ONU Mujeres. Además, la Universidad Autónoma de Madrid instituyó el ‘Premio María Ángeles Durán a la innovación científica en estudios de las mujeres y de género’. ¿Ha hecho suya la causa de promover la igualdad de derechos entre hombres y mujeres?
La Constitución reconoció en su artículo 14 el derecho a la no discriminación, y había que llevarlo a la práctica. En España se había avanzado ya mucho respecto a la incorporación de las mujeres a la educación como alumnas, pero todavía no se había iniciado la revisión del contenido de las materias. La discriminación no solo reside en prohibir el acceso a las aulas. Hay discriminaciones menos evidentes, pero igual de importantes, por ejemplo en el lenguaje, en la historia, en el diseño de instrumentos, en el modo de definir la economía o la riqueza, en la gestión de la administración de justicia. El objetivo de la creación del Seminario, y del premio que lleva mi nombre, fue renovar la ciencia, incorporar nuevas perspectivas. Estábamos en onda con movimientos intelectuales internacionales y nos anticipamos en más de tres décadas a la Ley de la Ciencia, que ha reconocido estos principios.

Una de sus convicciones es que el tiempo de las mujeres está expropiado. ¿En qué consiste ese concepto?
Por tradición, se espera que las mujeres dediquen gran parte de su capacidad de trabajo a resolver las necesidades colectivas de cuidado: las del esposo, hijos, padres ancianos, enfermos y cualquier otra situación de vulnerabilidad. En España, si se suma el tiempo dedicado al empleo y al hogar, las mujeres trabajan diariamente casi una hora más que los hombres. Al cabo de una vida, superan las 25.000 horas de desventaja, tiempo que no puede dedicarse a otras actividades. Muchas mujeres preferirían una distribución del trabajo distinta, aumentando el empleo y compartiendo la carga del cuidado.

¿Qué supone para una investigadora recibir el Premio Nacional de Investigación para las Ciencias Sociales, Económicas y Jurídicas ‘Pascual Madoz’?
El Premio Nacional de Investigación es el mayor galardón público en investigación, y el referente a las ciencias jurídicas, sociales y económicas lleva el nombre de este gran investigador y político del siglo XIX. Recibirlo fue una gran alegría y un incentivo al compromiso con la ciencia. En parte por ese compromiso sigo investigando después de la jubilación, sin recibir remuneración por ello.

También imparte cursos de postgrado y es consultora de varias entidades internacionales. ¿Le queda tiempo libre?
Tengo el tiempo muy ocupado, porque sigo colaborando con muchos movimientos sociales y organismos internacionales.

Su relación con Extremadura ha propiciado que haya promovido un proyecto de recuperación de viviendas tradicionales en localidades como Cilleros o San Martín de Trevejo. ¿Cuál fue su motivación?
En Extremadura, como en muchas regiones de España, la emigración ha dejado casas vacías. Algunos usos tradicionales de las construcciones vinculados con la agricultura, la ganadería y las formas antiguas de energía y transporte ya no tienen sentido. Sin pretender detener el tiempo, hay que tratar de conciliar lo mejor posible esa riqueza arquitectónica heredada y las necesidades de la vida moderna, antes de que sea demasiado tarde. Es un patrimonio valioso que a veces no somos capaces de reconocer.

Su importante aportación a la Sociología y sus vínculos con Extremadura le hicieron merecedora en 2009 del máximo galardón que otorga la región. Seis años después, en 2015, volvió al Teatro Romano de Mérida, en esta ocasión para protagonizar el discurso ciudadano que se instauró ese año en el acto de entrega de las Medallas de Extremadura. ¿Qué sintió en ambos casos?
Sorpresa, por lo inesperado. Sentimiento estético, porque es el escenario más bello que he pisado en mi vida. Emoción. Y mucho compromiso, especialmente ante la intervención de 2015. Hubiera sido más cómodo salir del paso con un floreo o una larga cambiada, pero elegí ser explícita ante aquel público que se lo merecía. Luego me han recordado mis palabras en varias ocasiones, y tengo que hacer honor a ellas.

Para concluir, ¿qué destacaría de Extremadura, desde el punto de vista de la Sociología?
Extremadura puntúa bajo en los indicadores macroeconómicos convencionales, pero tiene mucha riqueza no medida por estos indicadores, entre otras el trabajo no remunerado de las mujeres, que es mayor que en otras Comunidades. Su nivel real de bienestar es bastante mejor que el volumen anual de mercancías vendidas a través del mercado, pero eso no invalida que desee desarrollarse en todos los planos. Para lograrlo necesita negociar eficazmente con otras Comunidades y despertar sus recursos internos, especialmente la capacidad de asumir riesgos empresariales, sociales y políticos.

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María Ángeles Durán. Pionera del feminismo académico español. Grada 123. Perfil
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María Ángeles Durán. Pionera del feminismo académico español. Grada 123. Perfil
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Nacida en Madrid e integrante de la primera generación madrileña de una familia oriunda de la Sierra de Gata, María Ángeles Durán es una socióloga española especialmente reconocida por ser pionera en la investigación social sobre el trabajo no remunerado, la situación social de las mujeres y su entorno sociolaboral y familiar, la economía de la salud y la desigualdad en el uso del tiempo
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