‘Orange, red and yellow’, de Mark Rothko. Grada 126. Arte

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Inmaculada González

Los caminos por los que transitamos son insondables, los iniciamos sin saber a dónde nos llevarán. Buena prueba de ello la hallamos en este autor, Mark Rothko, quien un buen día, presenciando una clase de arte, pronostica la vida que quería para sí. Allí se da cuenta de que la pintura “es un lenguaje tan natural como el canto y la palabra”. Aquel instante fue el principio de dos décadas estelares en los que Rothko diseñó su trepidante trayectoria.

Su pintura comenzó siendo figurativa, más tarde mitológica luego surrealista. En su última etapa alcanzó un lenguaje de abstracción cromática muy personal, siendo su palabra favorita el color rojo, debido a sus poderosas y básicas asociaciones: se identifica con fuego y sangre, con la vida, la muerte y con el espíritu.

‘Orange, red and yellow’ es una obra de gran formato y se compone de varios campos de color de formas rectangulares horizontales y confrontadas, pareciendo flotar sobre un espacio impreciso. En él se recrea una experiencia que invoca lo metafísico. Rothko pintaba cuadros de dimensiones excesivas para dar la impresión de que uno está dentro del mismo cuadro, en un intento de que los cuadros nos pongan en su interior. Cuando contemplo esta pintura de Mark Rothko pienso en una meditación. Me doy mi tiempo, reflexiono los colores, observo el espacio que ocupan e indago en las emociones que siento.

Esta obra muestra selectas veladuras al óleo de fuertes rojos e intensos anaranjados produciendo una radiación expansiva jugando con una realidad trascendente, aunque la esencia profunda radica en la fuerza de su paleta. Mirar fijamente cada segmento de color afecta individualmente la percepción de los colindantes. El centro rojo anaranjado del cuadro tiñe de amarillo el amarillo con un poco de verde.

Las influencias de esta etapa las encontramos en la fascinación por Italia, en particular por el convento de San Marcos en Florencia, donde, tras una visita a la capital toscana, los frescos de Fra Angelico lo impresionaron profundamente. Al admirar ‘Orange, red and yellow’ observamos que la luz nos impacta y que su intensidad, sus cualidades primordiales, su energía, su trepidación, su ortodoxia y su capacidad sobrepasan los límites.

Su interés más profundo no es la forma, solo le interesará las emociones humanas: “quienes lloran frente a mis cuadros viven la misma experiencia religiosa que yo viví al pintarlos”; esto es lo “esencial” de sus cuadros, argumenta Rothko.

Aquel niño judío que a una edad temprana tuvo que ponerse a trabajar a la salida del colegio tras la muerte de su padre, nunca pudo sospechar que sería un singular artista y que una pieza suya alcanzaría un récord en subasta. Lástima que este tipo lúgubre, silencioso y sometido por demonios internos, un taciturno lunes de 1970 decidiera acabar con su vida rodeado, como única compañía, de una botella y barbitúricos.

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‘Orange, red and yellow’, de Mark Rothko. Grada 126. Arte
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‘Orange, red and yellow’, de Mark Rothko. Grada 126. Arte
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Los caminos por los que transitamos son insondables, los iniciamos sin saber a dónde nos llevarán. Buena prueba de ello la hallamos en este autor, Mark Rothko, quien un buen día, presenciando una clase de arte, pronostica la vida que quería para sí.
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