Pastores de Belén. Grada 96. Félix Pinero

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Félix Pinero

Vísperas de Navidad, memoro las colinas de Belén y a los pastores velando por turno sus rebaños durante la noche. El emperador Augusto ha ordenado el empadronamiento de todos los habitantes del Imperio. José pertenece a la casa de David y sube desde Nazaret, en Galilea, hasta Belén, en Judea, para empadronarse junto a su esposa María, que está encinta. Pregunta José por una posada, pero todas están llenas. Nadie tiene sitio para el que ha de venir. La noche es fría. María va a lomos de un asno. Llega la hora. Alguien se apiada de Ella y le señala un pesebre. En él descansan una mula y un buey. María da a luz a su hijo, lo envuelve en pañales y lo recuesta en un pesebre. En seguida, se aprestan los animales a darle calor al Niño que ha nacido. Las estrellas brillan más que nunca en el cielo. Muy cerca se encuentran unos pastores al aire libre cuidando sus rebaños, ajenos a lo sucedido. Las montañas que rodean Belén apenas tienen hierbas frescas que, a esas horas, cubre la escarcha; la tierra es pedregosa; pero los animales lo aprovechan todo. Los pastores se cubren con pieles para atajar el frío de la noche. De repente, un ángel del Señor se les aparece; la luz no les deja ver, y las piernas les flaquean por sí y sus rebaños. Les tranquiliza el ángel: no temáis; y les anuncia la buena nueva: os ha nacido el Mesías, el Salvador, el Señor…, y les señala el portal, donde le hallarán. En seguida, en torno al ángel, aparece una legión del ejército celestial, que alaba a su rey diciendo: “Gloria a Dios en las alturas / y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”. Enmudecen por un momento los pastores y se dicen unos a otros: vayamos, pues, a Belén y veamos lo que ha sucedido. Llegaron y vieron a María y José y al Niño en el pesebre, y al buey y a la mula a su lado. Contaron lo que se les había dicho, y todos los que les oían se admiraban, y volvieron junto a sus rebaños dando glorias y alabanzas al Señor. Los ángeles han sido los primeros comunicadores de la noticia; revelan el misterio a quienes hallan en el pesebre y, a la vez, se convierten en los primeros evangelistas de la historia al propagar el misterio de Jesús.

El 24 de diciembre de 1818, en la iglesia de San Nicolás, de Oberndorf (Austria) se oye por vez primera el villancico ‘Noche de paz’, el más popular de todos los tiempos, traducido a más de 300 idiomas: “Noche de paz, noche de amor / Todo duerme alrededor / Entre los astros que esparcen su luz / Viene anunciando al niño Jesús / Brilla la estrella de paz…”, lo mismo que los pastores de Belén…

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