Pureza Canelo. Poesía intimista desde Moraleja. Grada 117. Perfil

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Nacida en la localidad cacereña de Moraleja, Pureza Canelo Gutiérrez es una poetisa que irrumpe en el panorama poético español con la obtención del Premio Adonais en 1970, galardón concedido tradicionalmente a poetas masculinos. Ha ocupado importantes cargos culturales, ha sido traducida a varios idiomas, ampliamente al inglés y al alemán, e incluida en numerosas antologías de ámbito nacional e internacional.

Recibe la Medalla de Extremadura en 2008 como reconocimiento a su obra literaria, y en 2013 es elegida por unanimidad académica de número de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes, tomando posesión de su plaza en 2016. Entre sus títulos más destacados figuran ‘Moraleja’, ‘Dulce nadie’, ‘Cuatro poéticas’, ‘A todo lo no amado’, u ‘Oeste’.

Su vida ha discurrido entre Madrid, donde vive desde joven, y Extremadura, donde ha creado la mayor parte de su escritura. ¿Qué le ha aportado esa dualidad?
Esa doble experiencia ha sido el complemento ideal para mi formación, lo rural sentido hasta el fondo alternándolo con la vida de cultura en la gran ciudad. Mi tierra es la raíz que me sostiene y desde ella he podido crecer en otras esferas; la dualidad del campo y el asfalto han sido ámbitos que han sumado para bien, preferentemente en mi obra poética, y así lo he contado en los libros con el guiño siempre a mis orígenes.

¿Cuándo supo que quería dedicarse a la poesía?
Ocurrió en plena adolescencia. Si vuelvo la mirada a aquellos años despiertos por todo lo que iba llegando a una vida me reconozco en libertad de asombro y de pensamiento, que la pandilla de amigos tal vez no compartía y yo me daba cuenta. Hacia fuera parecería que estaba acoplada a los juegos y acechanzas participativamente, pero por dentro el pozo de una soledad empezaba a ser habitado por un afán de penetración del mundo que me rodeaba. Como era la menor de cuatro hermanos y todos universitarios, pillaba libros que despertaban mi interés, pero pronto me decanté por las lecturas poéticas, Lorca fue unos de los primeros y la gran suerte de tropezarme muy a tiempo con Juan Ramón Jiménez.

¿Cómo definiría su poesía?
Si la contemplo en su conjunto, pues empecé a publicar en 1971 y el último libro salió en 2016, creo que es una poesía intimista, desde el comienzo alejada de modas y grupos literarios, enamorada del lenguaje, en una primera época de configuración más abstracta, después se serenaron las aguas, y en la actualidad busco la síntesis, la profundidad, y la claridad.

Si tuviera que trazar un esquema, las etapas serían: de juventud, de tensión en la palabra, de desposesión y otras soledades, de testamento lírico; y hoy mi libro inédito es de despedida y reflexión con marcado acento moral, es la necesidad de juzgarme y juzgar al mundo que hemos creado desorbitadamente injusto.

¿Cómo se desarrolla su proceso de creación?
Lo primero que funciona en mí es el instinto hacia la palabra, que a su vez nace de la experiencia de vida, no de la fabulación ni de la literatura misma. La inspiración no es un fantasma que viene a visitarnos de vez en cuando, la inspiración es un estado permanente de conciencia que reflexiona frente al mundo y de ahí puede nacer la escritura, que luego debe trabajarse con dosis de autocrítica por parte del poeta. Vivir es el yacimiento mayor de la poesía y escribirla la eleva a materia universal desde lo íntimo por si puede interesar y enriquecer al prójimo, pero esto solo lo consiguen los más grandes poetas.

Su irrupción en el panorama poético español fue con la obtención del Premio Adonais en 1970; ¿qué sintió al recibirlo y qué supuso este galardón?
Que a una joven desconocida de Moraleja de 23 años le otorgaran el Adonais en 1970 fue una bomba, en aquellos años era el galardón poético más cotizado del mundo hispánico, a partir de ese momento entrabas por la puerta grande y expuesta a todo tipo de conjeturas sobre el futuro de esa voz inédita por la que se había apostado tan fuerte. Pero la obtención del premio fue también una experiencia negativa, me reclamaban los medios de comunicación, los mentideros literarios, se creó una expectación para mi gusto desagradable, que no casaba con mi vida ni con mi poesía, aquello fue una lección y desde entonces he procurado estar con la mayor discreción y diciendo no a muchos envites del mundo literario; vamos, que no tengo fama de accesible ni de componedora, procuro huir de la hoy llamada visibilidad tan cotizada y vulgar.

Foto: Luis Méndez

De 1975 a 1983 dirigió el Departamento de Actividades Culturales Interfacultativas de la Universidad Autónoma de Madrid, donde creó el Club de Escritores Universitarios. ¿Cómo recuerda esa etapa?
Fueron unos años trepidantes en aquella universidad pionera en las actividades de extensión universitaria. Se crearon muchas cosas: los Cursos de Humanidades Contemporáneas a los que asistía la reina Sofía, el Departamento de Música de José Peris, el Aula de Teatro de Ricardo Lucía, el Club de Escritores Universitarios donde se crearon revistas y colecciones literarias, el Taller de Alfarería y Cerámica para el que contratamos al inolvidable ceramista extremeño Rafael Ortega, hasta un mercadillo universitario, y una autoescuela al servicio de los alumnos entre clase y clase. En la época que estuve al frente de la planificación de actividades conseguí que los alumnos ya no tuvieran que entrar en el Rectorado enseñando el carné de identidad.

En 1977 fundó el Aula de Cultura y la Biblioteca Pública ‘Pureza Canelo’ de Moraleja. ¿Cuál fue su intención al fundarlas?
He vivido y vivo por y para la creación en las vertientes de obra poética y obra cultural. Hace 40 años en Extremadura no existían bibliotecas ni aulas de cultura en el ámbito rural, la penuria en infraestructura cultural era terrible. Cuando de Madrid iba de vacaciones a Moraleja me planteaba la necesidad de organizar recintos para la atención sociocultural. Con un grupo de amigos, unos universitarios y otros no, nos pusimos manos a la obra y después de muchos trámites oficiales conseguimos la hazaña. Lo que fue Aula de Cultura entonces ahora se llama Universidad Popular, un nombre ambicioso y que no sé si cumple sus objetivos. Siempre le di más importancia a la Biblioteca Pública, y la de Moraleja es actualmente una de las mejores dotadas de la provincia de Cáceres, donde se tiene en cuenta la demanda de los colegios, de los institutos y de los alumnos universitarios. Una buena biblioteca contribuye a vertebrar la dinámica de educación y cultura, especialmente en el medio rural.

Desde 1999 es la directora de la Fundación Gerardo Diego, que refundó con Elena Diego; ¿cuál es la misión de esta institución y qué supone para usted este poeta santanderino?
Es una institución de ámbito estatal, sin ánimo de lucro, sometida al Protectorado de Fundaciones del Ministerio de Cultura, cuyos objetivos fundacionales son el estudio y la difusión de la figura y obra de Gerardo Diego y la poesía española del siglo XX. El legado y la vigencia del autor están en alza por su obra monumental como poeta, músico, antólogo, crítico, fundador de revistas, y por la revisión histórica de la Generación del 27, cuyos estudios actuales reconocen el papel de quien fue el muñidor del grupo generacional.

En 2007 donó su archivo y biblioteca personales a la Diputación de Cáceres; ¿qué motivó esta decisión?
El afecto a mi tierra natal y a la ciudad de Cáceres y la confianza de que así se conservará el carácter de unidad permanente de mi archivo y biblioteca como instrumento útil para investigadores y estudiosos. Estos bienes de archivos y bibliotecas que se han originado en el ámbito privado, gracias a su conservación y difusión por parte de las instituciones públicas y privadas, terminan siendo de utilidad pública, disponibles para la colectividad y el enriquecimiento del patrimonio histórico bibliográfico y documental. Es necesario conservar este tipo de fondos y por parte de los autores confiar a dichas instituciones sus legados.

Además del ‘Adonais’ de 1970 ha recibido, entre otros, el ‘Juan Ramón Jiménez’ del Instituto Nacional del Libro Español en 1980, el ‘Ciudad de Salamanca’ en 1998, el ‘Francisco de Quevedo’ de Madrid en 2009, o el ‘Ciudad de Torrevieja’ en 2011; ¿ha acogido alguno de estos galardones con mayor cariño?
El de mayor impacto fue el ‘Adonais’ y el más sentimental el ‘Ciudad de Salamanca’ porque mi madre adoraba esa ciudad y yo hice unos años de Bachillerato interna en la calle Toro. Recoger el premio en aquella maravillosa plaza fue inolvidable.

Recibió la Medalla de Extremadura como reconocimiento a su obra literaria en 2008. ¿Qué supone ostentar la máxima distinción de la región?
Este reconocimiento también lo sentí profundamente. He escrito la mayor parte de mi poesía en mi Oeste, tan cerca de Portugal, en el Valle de Sierra de Gata, me he llevado tantos atardeceres por delante, tantas noches mágicas y difíciles de escritura, y todo lo que me ha dado la inmensidad de lo telúrico, que la Medalla me sigue sabiendo a gloria. Tengo cada día más la responsabilidad de dejar una obra poética para los míos.

Otro hito importante en su carrera tuvo lugar en 2013, cuando fue elegida por unanimidad académica de número de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes. En 2016 tomó posesión de su plaza con la lectura del discurso ‘Oeste en mi poesía’, siendo contestado por Antonio Gallego Gallego. ¿Qué supuso dicho ingreso y qué abordó en su discurso?
El ingreso en la Academia fue otro reconocimiento, lo que me llevó a escribir un discurso comprometido porque reviso toda mi obra poética a modo de testamento lírico, con un enfoque de claridad y confesión. El día de mi toma de posesión como académica fue especial pues invité a un grupo selecto de la clase pensante extremeña, y acudieron con afecto, junto a los amigos íntimos del pueblo. Inolvidable.

¿Cree que se conoce la labor de la Real Academia en la región?
Este tipo de instituciones no pasan por buen momento, si no se actualizan redefiniendo sus funciones van camino de la desaparición. Las Academias no pueden ser un simple escaparate de hornacinas de la gloria, y es indispensable abrirla a jóvenes que ya tienen una obra científica o de creación demostrada. Las Academias, en parte, deben tener una ayuda de las instituciones públicas, pero supervisando el resultado de esa ayuda, no el simple ajuste en las facturas de la subvención, debiendo involucrarse con proyectos en el tejido social. Pero el gran problema de fondo está en que mientras no exista una Ley de Mecenazgo todo está como falseado. Si las empresas o cualquier ciudadano pueden desgravarse de sus impuestos dando una ayuda específica para que se arregle el tejado de su iglesia, o la casa de cultura, o un cuadro a restaurar, o una biblioteca a construir, o una Academia que represente señeramente a toda una región, etc., y se ve que ese dinero ha sido expresamente invertido en eso, estaría claro que pondríamos en pie la cultura de nuestro país.

Pensando en las generaciones más jóvenes, ¿qué podría hacerse para cultivar su interés por la poesía?
Poesía en el aula acercándola a los alumnos de Secundaria, eso para empezar.

¿Cómo se ve el panorama literario de Extremadura desde la distancia? ¿Tiene recorrido la poesía ‘extremeña’, si se puede denominar así?
No desde la distancia, pues me llega bastante de lo que pasa ahí. La poesía ‘extremeña’ como tal no existe, sí escritores nacidos o vinculados a Extremadura. Desde el trío Valhondo, Pacheco y Lencero he venido siguiendo las diferentes promociones poéticas y son de una gran riqueza, no solo en su nivel de excelencia sino como voces diferenciadas y significativas dentro del panorama poético nacional. Me consta que desde la Editora Regional se está trabajando en la coedición con otras editoriales nacionales, hay que insistir en ello para la proyección de los autores dentro y fuera de Extremadura. Sin olvidar la propuesta de intercambio de autores foráneos en las Aulas de Literatura, y los proyectos de la Asociación de Escritores Extremeños, que sin medios está haciendo un trabajo ejemplar.

Si hoy tuviera que gestionar desde lo público algún segmento de la cultura en su tierra, ¿cuál sería la asignatura?
El patrimonio bibliográfico regional y local, y de las bibliotecas y archivos personales. También organizar la bibliografía regional. Todo con el fin de hacer un inventario, con proyectos de digitalización, y así preservar y difundir el rico patrimonio extremeño que sigue a la espera de manos salvadoras.

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