‘Reflejo con dos niños’, de Lucian Freud. Grada 122. Arte

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Inmaculada González

A la hora de elegir obra siempre trato que esta sea un fiel reflejo de la trayectoria personal del artista, pues proporciona información y ayuda a un mayor conocimiento. Entre la obra y el autor hay mucho más que una simbiosis, como no podía ser de otro modo, incluso yo diría que una no puede existir sin el otro.

En ‘Reflejo con dos niños’ es notable la perspectiva grandilocuente alcanzada por el propio Lucian Freud, indudable protagonista. Esta obra me habla de su relación consigo mismo, de la impregnación psicológica, de un ambiente sombrío, de un lugar inhóspito y vacío, una habitación descarnada vista por Freud a través del reflejo de un espejo sobre el suelo. El hombre y el artista frente a frente a través de un espejo, un examen incómodo del yo frente al ego. Con el gesto torcido y cara de desdén sujeta con su mano la chaqueta, escondiendo la otra. Este ademán expresa dominio absoluto de la escena, me habla de la arrogancia de su autorretrato de ángulo bajo, de su posición por encima de lo humano y para todo ello dibuja el cuadro con grandes pinceladas y lo colma de colores neutros. El fondo gris frío lo adorna con una lámpara de techo semiescondida, que más bien pareciera ser el ojo que lo escudriña todo, un ente observador e inquietante.

La ausencia de colores vívidos me transmite una existencia taciturna, solitaria, de un hastío y un desánimo obvios.

La mirada nos lleva a la esquina inferior donde aparecen dos niños en clara posición inferior y retratados de frente. Puede decirse que hay dos cuadros en uno y a diferentes escalas: el autorretrato de mirada feroz y semblante severo de Freud y el retrato sonriente de dos de sus hijos. La obra simboliza la alienación. El artista se muestra como una figura paterna colosal con total ausencia de afecto o cariño hacia sus hijos, Freud no tiene ojos más que para sí mismo.

Lucien Freud presumió de ser extremadamente privado y cauteloso, fue tan acérrimo defensor de su intimidad que llegó a decir que nadie necesitaba saber nada de él para apreciar sus cuadros y, sin embargo, para mí la clave que completará este rompecabezas se encuentra en su propia historia precisamente, aquella que le hizo abandonar su Alemania natal el año en el que Hitler se convierte en canciller. Lucian y su familia se refugiarán en Londres. Esta ciudad vería desarrollarse a un Lucian retraído y poco social, siempre prefiriendo la compañía de animales a la humana.

Su carisma fue crucial para su método. Fascinaba a las mujeres que posaban para él, las mantenía horas y horas posando, era conocido por pedir sesiones extensas y castigadoras a sus modelos, en las cuales aprovechaba muy ventajosamente su capacidad de seducción y caían rendidas. Decenas de amantes parieron unos 30 hijos, él tan solo reconoció 14 pero jamás se ocupó de su prole. De vez en cuando posaban para él, y los niños encantados, al menos era un acercamiento al padre. Fue egoísta respecto a su espacio, reconoció no haber tenido tiempo en su larga vida para ocuparse de su descendencia porque la pintura fue su prioridad. Admitió que altas dosis de egoísmo son necesarias para hacer grandes obras.

Siempre buscó la crudeza de la carne y la belleza visceral, nunca la estética.

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‘Reflejo con dos niños’, de Lucian Freud. Grada 122. Arte
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‘Reflejo con dos niños’, de Lucian Freud. Grada 122. Arte
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