El pasado 24 de febrero subí por segunda vez al cerro Gimio, situado en el Parque Nacional de Monfragüe, al que los romanos llamaban ‘Mons Fragorum’ por ser una zona fragosa, es decir, con maleza y de difícil acceso; una verdadera joya natural con alto valor ecológico, que muchas personas no han tenido la oportunidad de conocer.
Este era mi caso, hasta que en 2016 me tropecé con el grupo senderista La dehesa, que logró que conociese un enclave tan privilegiado como el que tenemos en nuestra querida Extremadura, Monfragüe.
Mi discapacidad física de un 77% me había impedido disfrutar de tanta belleza, porque cuando mis compañeros de colegio iban de excursión yo no podía ir y me quedaba en casa. Esto ha cambiado gracias a la silla Joelette, ideada para que las personas como yo, que padecen algún tipo de discapacidad física o motórica, puedan acceder a la montaña sin mayor problema; pero la Joelette no serviría para nada si quitamos el componente humano, o sea, los pilotos, personas con acreditación que saber utilizar dicha silla para convertir los sueños en realidad, y los obstáculos en un desafío.
Creo que son los magos de la montaña y desde aquí deseo hacerles un merecido reconocimiento, trabajándoselo día a día, ruta a ruta. Ellos han sido los primeros que han conseguido subir a una persona en silla Joelette al cerro Gimio; yo estaba allí, circunstancialmente, como usuaria, pero ellos lo hubieran conseguido con cualquier otra persona.
La ruta del cerro Gimio es un itinerario verde de Monfragüe, y existen tres posibles caminos hasta llegar la cima del cerro. La ruta que idearon en esta ocasión se denomina ‘la pasarela’. Tenemos que cruzar dos puentes, uno de ellos pasa por el río Tajo. Los pilotos que en ese momento me llevaban decidieron cruzar el río sin pasar por el puente. A partir de aquí el camino se endurece extremadamente, encontrándonos cantos bastantes considerables, donde cualquier mano era bienvenida para que la silla Joelette pudiese terminar la ruta.
Gracias a la colaboración de todos se pudo terminar satisfactoriamente. Desde el mirador del cerro Gimio pudimos ver el arroyo de Malvecino, y también el salto del Gitano, donde no es posible acceder porque se encuentra protegido para su conservación. Se unen el río Tiétar y el río Tajo dentro del Parque de Monfragüe, y también pudimos ver algunos buitres que estarían avistando a alguna presa. La bajada fue también complicada, salvando cada obstáculo poco a poco y despacio para que nadie se resbalase.
La jornada terminó con una visita a la Feria Internacional de Turismo Ornitológico, que se celebraba su décimo cuarta edición.
