Seguro que en los últimos tiempos este término se ha cruzado alguna vez en tus lecturas. Pero ¿te has parado a pensar a qué hace referencia exactamente? Una palabra, que, lo siento, será el calor, pero me recuerda a alguna bebida gaseosa y refrescante: “Hace calor, ¿quieres una ‘Fintech’?”
Aunque nos pueda parecer reciente, existe desde hace más de 10 años. Su origen se encuentra en la unión de dos palabras: ‘financiación’ y ‘tecnología’, y hace referencia a la aplicación de tecnología para la mejora de las actividades financieras de una forma que supone la aportación de nuevas soluciones que incluyen innovación e impulsan la transformación digital de uno de los sectores más tradicionales de nuestro ecosistema, la banca.
Durante un tiempo se asimiló las ‘Fintech’ a empresas basadas en la tecnología y que ofrecían servicios financieros diferentes y al margen de la banca tradicional. Es decir, suponían competencia para la banca, no estaban reguladas y se les auguró una vida muy corta por algunos de sus detractores.
Actualmente, sin embargo, podemos afirmar que nacieron y llegaron para quedarse. Y, en esta línea, la mayoría de las entidades bancarias han renovado la estructura de su sistema financiero, ganando sobre todo en agilidad y propiciando que acciones cotidianas como comprar un regalo entre varias amigas, acciones del mundo analógico, se digitalicen y además lo hagan sin coste económico.
Como vemos, las ‘Fintech’ ofrecen a los usuarios no solo una simplificación de procesos, sino también un abaratamiento de costes.
Según el último ‘EY Fintech Adoption Index’, de 2017, se espera que este año el 52% de la población mundial utilice estos servicios, que tienen una penetración mayor en los países más desarrollados y que, a través de los smartphones, se extiende rápidamente a continentes enteros como África.
Hoy en día muchas ‘startups’ están orientadas al universo ‘Fintech’, que cuenta con entornos regulatorios cada vez más favorables y adaptados a esta realidad cambiante en la que vivimos.
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