Foto: Cedida
Jaime Ruiz Peña
Extremadura es un espacio lleno de magia y de sorpresa que se manifiesta en tantos rincones y en tan diferentes fechas que resulta casi imposible descubrir todo lo que brota y nace.
Este turista espiritual se ha pateado gran parte de su suelo, enamorándose hasta los tuétanos de tanta autenticidad, porque lo mejor de Extremadura es que es como es, auténtica y humilde.
Una humildad que hace daño, una humildad resignada, que no da importancia a lo suyo, que no da importancia a lo increíble. El puente de Alcántara (el puente romano más alto del mundo) lleva toda la vida allí. Hasta hace poco el conjunto romano de Mérida, Patrimonio de la Humanidad desde hace 25 años, era conocido por sus vecinos como ‘las ruinas’.
“Siempre se ha hecho así”. Para el pez es normal vivir dentro del agua, por eso el turista espiritual se adentra entre lo que parece normal para el autóctono para sacar el lápiz y ponerlo en modo sorpresa, y así conseguir que todos quedemos arrebatados.
La primavera extremeña es esplendorosa. La eclosión de flores, las dehesas con hierba fresca, el verde de los campos de cereales, ese sol tibio que anima el alma. Todo eclosiona, la vida, la naturaleza y el amor. Desde la antigüedad festejamos este final del duro invierno y la vuelta a la vida. Las Mayas no son otra cosa que fiestas dedicadas a la madre naturaleza.
En la Semana Santa la magia inunda los pueblos. El olor a incienso, las marchas procesionales, las imágenes que salen a la calle, la pasión y el recogimiento, pero también la alegría de la resurrección y las jiras por los campos. Los jaramagos reinan por doquier, pero en Orellana la Vieja los jaramagos brotan de noche.
En una de las más singulares manifestaciones de fervor religioso y amor al divertimento, los jóvenes de la localidad, en la madrugada del Sábado de Gloria al Domingo de Resurrección, desde tiempo inmemorial, en el tramo de la calle Real comprendido entre la Plaza de España y la esquina con la calle Convento, llevan a cabo un ritual festivo que entronca con las más ancestrales celebraciones de la primavera. Los mozos tomaban prestado algún carro dejado en las calles y se iban a recoger jaramagos, hojas de palmeras y lo que pillaban, y con gran algarabía llenaban la calle principal de la localidad con las plantas y, subiéndose a las rejas, creaban unas gigantescas lianas que cruzan de lado a lado la calle, convirtiéndola en un túnel verde y aromático.
En este encuentro una virgen superviviente a la expulsión de los religiosos durante el siglo XIX, acogida en casa de un particular, se encuentra con ‘el niño’, como llaman en Orellana al resucitado.
Pero la cosa no queda ahí; los mozos enamorados aprovechan que vienen bien cargados de jaramagos para ir hasta la casa de su novia y engalanar su fachada. Antiguamente, si la muchacha despreciaba al pretendiente mudaban los jaramagos por cardos y otras plantas de mal toque.
Esta hermosa tradición se mantiene viva. Los panes preñados y las migas se comerán esta noche, pero con una gran diferencia: esta preciosa fiesta tradicional de un precioso y marinero pueblo lucha por convertirse en fiesta de interés turístico regional.
Y eso me encanta, porque lo que no se ve no existe, y lo que no se valora se pierde.
Por ello, el turista espiritual quiere que esta fiesta sea considerada de interés turístico regional. Nos esperan el Sábado de Gloria de madrugada. No te lo pierdas.
¿quieres saber más?
