Tobias Büscher, un periodista alemán sobre el beso y el jamón. Grada 112

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Cuando era más joven vivía con Teresa y Eduardo en un piso compartido en el barrio Malasaña de Madrid. Eramos estudiantes y a mí me tocó entender el subjuntivo… y vuestros besos. En las fiestas me saludaron con besos chicas que ni conocía. Y así entendí que la diferencia real entre España y Alemania se centra en la forma de besarse. Para nosotros es un acto íntimo. Y mucho menos un besito o un ‘bico’, como dicen los gallegos.

Ahora viven muchos jóvenes españoles en mi ciudad, Köln (Colonia); Luis, de Badajoz, por ejemplo, trabaja de cocinero en el Bar La Barra, mientras que Virginia y Montse estudian alemán en un colegio de idiomas. Se adaptan bien a la realidad alemana. Cuando llegaron, les dije: “ojo con el beso; si dais besos a chavales alemanes se enamoran inmediatamente”. Virginia les da ya la mano, pero a Montse le da igual cuántos alemanes se enamoran de ella.

Otro choque cultural es el jamón. ¿Habéis probado el jamón de la Selva Negra? Mis padres viven ahí, entre casas chulas y bosques enormes. Y cuando fui con Teresa y Eduardo todo les gustaba, menos este jamón tan salado. Teresa literalmente dijo: “Dos botellas de agua, porfa, para no morir”.

Vuestro jamón es diferente. Por esto, y por un reportaje en mi portal www.spanien-reisemagazin.de estuvimos hace poco en Badajoz mi mujer Silke, nuestra hija Marie, de 4 años, y yo. A Marie le encanta el jamón, de tal manera que lo hemos pedido incluso a las cinco de la mañana en el bar Venero. Está loca por la grasa y quizás sea la única alemana que lo come.

En los supermercados alemanes venden el jamón entero, con jamonero y cuchillo. El otro día lo vi aquí, en Colonia, todo junto por 47,90 euros, es decir ¡por 6,85 euros el kilo! Barato, pero Marie me ignoraría si lo compro en Lidl o Aldi. ¿Besito? Qué va. Papá lo compra en España. En directo. Con más grasa. Con más sabor. Y porque los niños siempre mandan.

Por cierto. En nuestra visita a Badajoz Marie le dio un beso a vuestro alcalde, Francisco Javier Fragoso. La había regalado un boli enorme. Era un beso alemán. Dirección boca. ¡Buff! El alcalde sobrevivió.

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