¿Verano y música? Grada 136

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¿Verano y música? Grada 136
¿Verano y música?

Foto: Cedida

Oni Acosta Llerena. Crítico musical cubano y especialista en música
Fuente: Granma Periódico cubano

Llega el verano, y con él cientos de opciones recreativas. Y donde hay recreación siempre habrá música… ¿pero de calidad? ¿La que necesitamos? ¿La nuestra?

En el arte es difícil catalogar o definir calidades, por variados preceptos que acuden a la subjetividad y a veces al conceptualismo, pero lo vulgar y antiartístico existen y no necesariamente necesitan de un estudio profundo para ser identificados. Si a ello sumamos el hecho de que, en muchos espacios públicos del país se difunde música de mala calidad, tendremos un resultado sonoro que sigue haciendo aguas y exponiendo un país que no es reflejo de su cultura más raigal, sino todo lo contrario.

Durante años se ha hablado y discutido sobre el tema y, sin embargo, nada o muy poco ha cambiado: se sigue entronizando la mala música, no solo el reguetón, en el gusto de los niños y jóvenes, sin visibles soluciones o paliativos enrutados hacia la cuestión primordial, que es, pienso, el preservar una cultura acorde con lo que significa Cuba en el escenario internacional.

No se trata de purismos extremos o imposición de estéticas, se trata simplemente de buen gusto en espacios públicos y de contribuir a disminuir la llamada ‘contaminación sonora’ sin renunciar a lo festivo y a nuestra propia naturaleza, todo lo cual puede lograrse con articuladas estrategias. ¿Por qué escuchar a diario la canción más ofensiva y grosera del momento en espacios públicos dedicados a niños? ¿Por qué esos niños, en los que tanta esperanza y esfuerzo hay depositados, tienen que escuchar, bailar y conocer casi obligados a Bad Bunny en lugar de Teresita Fernández, Liuba María Hevia o Kiki Corona?

Un niño expuesto constantemente a estos únicos y pasajeros momentos musicales formará un gusto que tardará años en revertirse, además del desconocimiento que de su cultura tendrá, lo cual estamos viendo en programas televisivos de participación juvenil, así como en otras plataformas de expresión oral, donde muchos hacen un mal uso del lenguaje o denotan carencias culturales impensables hace apenas 10 años.

¿Cómo nos damos el lujo de perder tanta buena música? ¿Cómo se cede pasivamente a la avalancha de antivalores que nos invaden y para nada de manera inocente? ¿Cómo podemos pensar en salvar la cultura si esta no se cultiva desde pequeños?

No puede seguir la devastación de espacios sonoros en pos de una moda de mal gusto, ni los lugares públicos deben ser experimentos al antojo de nadie, ni pueden promocionarse en mayor cuantía subgéneros musicales foráneos mientras tengamos orquestas como ‘Formell y los Van Van’ y ‘Original de Manzanillo’, por citar solo dos.

Es inconcebible que sigamos sin una Casa del Cha cha cha, o que el Casino y el Son sigan buscando techo, defendidos mayormente por Adalberto Álvarez, o cuenten con pocos espacios, muchos de los cuales se han ido perdiendo por el lamentable florecimiento de discotecas en lo que antaño fueron célebres lugares ganados por bailadores de este y otros géneros.

Son tiempos de definiciones, de revoluciones, de salvar a tiempo el legado y la pasión de cientos de músicos que han fertilizado esta tierra, de seguir siendo un paradigma musical sin discusión.

¿quieres saber más?

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Llega el verano, y con él cientos de opciones recreativas. Y donde hay recreación siempre habrá música... ¿pero de calidad? ¿La que necesitamos? ¿La nuestra?
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