Viajar siempre está de moda

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Patty Gruart

Muchos empatizareis conmigo al recordar alguna que otra anécdota de los viajes familiares de antes. Recuerdo, como si fuera ayer, la famosa pregunta: “Papá, ¿cuánto falta?”. Conversaciones interminables sobre cualquier tema, picnics a mitad de camino con la mejor tortilla de patatas del mundo; y, en los asientos traseros, las cuatro bien pegaditas. Eso sí, equipadas con un arsenal de pasatiempos y un Tetris al que no dábamos tregua.

Algunas décadas después, nuestro último viaje familiar gana en comodidad, asciende el nivel de aventura y ampliamos el número de pasajeros. Pero si hay algo que no cambia, es el espíritu: ¡Qué ilusión!

Me gusta mucho viajar. No hace falta decir que cualquier destino me atrae con tal de vivir una experiencia nueva, aunque he de reconocer que cuando nos planteamos viajar a Jordania me invadió una sensación de desconcierto: por un lado, el anhelo por conocer mi segunda maravilla del mundo, Petra; por otro, la incertidumbre sobre una cultura tan diferente a la mía.

Petra es la ciudad rosa del desierto, la capital del reino nabateo y la excusa perfecta para viajar a Jordania, un país rico en arte greco-romano, bizantino, omeya, que conserva restos medievales y por supuesto bellos paisajes naturales: desde la fértil cuenca del río Jordán hasta el desierto de Wadi Rum, formado por valles de majestuosas montañas de arenisca, granito y basalto moldeadas por la erosión a lo largo de millones de años. El Mar Rojo, formado por cálidas y transparentes aguas, es el lugar idóneo para observar el arrecife de coral y tantas especies únicas que habitan allí. Y el Mar Muerto, un gran lago ubicado en la cota más baja de tierra firme de todo el planeta, cuya principal peculiaridad es la salinidad de sus aguas, 10 veces superior a la de cualquier mar.

Una vez vivida la experiencia, reposadas las retinas y colocados los recuerdos, creo haber vivido un fantástico viaje en el que lo mejor fue haberme despojado de inútiles prejuicios. Jordania es un país de mayoría musulmana que convive con otras religiones y, aunque algunos países que la rodean estén en conflicto político y bélico, esto es algo que no afecta a la seguridad del visitante.

Este país de ensueño seduce a cualquier aventurero que se precie, aunque su contenido histórico y cultural atrae con especial atención a un turismo religioso, siendo imprescindible detenerse en localizaciones como Betania.

En cuanto a la Moda, ya en la distancia Jordania llamaba mi atención desde el punto de vista profesional, a través de la Casa Real del país, más concretamente por Su Majestad Rania, un referente de estilo y elegancia.

Disfruté observando el uso que le dan a la paleta de colores y cómo mezclan tal cantidad de ellos sin saturar en exceso. Me encantó la calidad de los bordados artesanos que hacen las mujeres beduinas y me impresionó que, a pesar de lo árido del paisaje, incluso en el desierto ellos mantienen sus túnicas de un blanco nuclear impoluto.

Destacaría, sobre todo, la cercanía y generosidad de la gente. ¡Qué maravilla de gastronomía jordana! Me dejó perpleja el contraste de la arquitectura de Ammán. Ese instante mágico en el que aparece ‘El Tesoro’ de Petra tras el estrecho desfiladero del Siq. Bueno, y qué divertida experiencia la del desierto con nuestro amable guía beduino de Wadi Rum. Aprovechando la proximidad con Israel, fue fascinante poder adentrarnos en la preciosa ciudad de Jerusalén y apreciar, también, la disparidad de la vestimenta de sus ciudadanos.

“Viajar primero te deja sin palabras, luego te convierte en narrador”. Ibn Battuta

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Viajar siempre está de moda. Grada 123. Moda
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Me gusta mucho viajar. No hace falta decir que cualquier destino me atrae con tal de vivir una experiencia nueva, aunque he de reconocer que cuando nos planteamos viajar a Jordania me invadió una sensación de desconcierto
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