Visualizar no es ver; ni ver, observar. Lo primero es representar mediante imágenes ópticas fenómenos de otro carácter; formar en la mente una imagen visual de un concepto abstracto. Vemos, observamos, la pintura así denominada, y nos formamos un concepto; nos imaginamos con rasgos visibles algo que no tenemos a la vista, que nuestros ojos no captan en su significante y significado, como si hiciéramos visible una imagen en nuestro monitor. Oímos con frecuencia: “no salí contigo porque se visualizaría mucho nuestra relación…”
Hacerse visibles no es representar algo mediante imágenes; somos nosotros mismos la verdadera imagen; otros, quizá, se formen en su mente la imagen de algo inexistente que, aunque lo fuere, no es pecado mortal, solo visible en el pensamiento, en la palabra, en el deseo, de alguien que no nos ve con buenos ojos y se forja una imagen distorsionada de la realidad. El árbitro no baja al campo antes del partido para “visualizar su estado”. El terreno de juego no se visualiza: se observa, se examina atentamente; su estado se hace visible a sus ojos, como el humo de un incendio se ve desde lejos, no se visualiza. A qué, pues, considerar el verbo visualizar como sinónimo de comprobar; nada visualizan por Pintores, Santa Eulalia, San Juan, o la calle del Sol, en Cáceres, Mérida, Badajoz o Plasencia, quienes, al arrullo del amor, independientemente de su estado civil, visualizaren lo que otros pretendieren ver cuando nada representan con imágenes; cosa distinta es la que ellos se formen de lo que simplemente ven. “Del dicho al hecho hay mucho trecho”, dice el refrán; de otro modo: prometer no empobrece; dar es lo que aniquila, como los políticos que en campaña nos prometen la luna y las estrellas… y “del dicho al hecho”, o “del plato a la boca se cae la sopa”… o, lo que es lo mismo, muchas cosas pueden cambiar y todo puede pasar…
Visualizar es imaginar con rasgos visibles algo que no se tiene a la vista; ver es percibir por los ojos los objetos mediante la acción de la luz; observar es examinar atentamente. Visualizamos lo que no vemos; vemos, muchas veces por accidente, lo que no observamos. Vemos, pero no observamos; visualizamos lo que no hacemos visible. “No me cojas de la mano porque visualizas tu amor…”, le dice la amada a su amante; pero, ¿visualiza su amor por tomar su mano? ¡Qué no visualizaría en la alcoba…! Como si fueren la paremia del estribillo de Góngora:
“Ándeme yo caliente y ríase la gente.
Pues Amor es tan crüel,/ que de Píramo y su amada/ nace tálamo una espada,/ do se junten ella y él,/ y sea mi Tisbe un pastel, Y la espada sea mi diente,/ Y ríase la gente”. (Góngora: ‘La fábula de Píramo y Tisbe’ (1618).
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