Las llaves y candados aparecen a menudo en cualquier tipo de relación, bien sea de pareja o de amigos.
Estas cadenas que, a simple vista, son algo simbólico e intentan representar la fuerza de unión de dos personas, no dejan de ser una atadura, con el deseo de asegurar la posesión de la otra persona.
Las barreras o defensas emocionales son corazas invisibles que aparecen cuando no hemos sido correspondidos de alguna forma, y que pretenden evitar que vuelva a producirse el dolor experimentado en aquel momento. Sin embargo, las ataduras son una trampa cerrada que produce daño emocional, debido a la estricta inflexibilidad en las ideas y forma de actuar de las personas que las crean. Ante la gestión de un problema su modo de actuación es la censura, que limita la libertad de expresión del otro. Siendo, además, estas personas las primeras en desaparecer de nuestro lado, ya que, al considerar a la otra persona como una propiedad privada, no dejan opción a cambios o replanteamientos.
El amor entre dos personas no debe precisar de candados sino de libertad, que es donde reside el verdadero compromiso del amor, considerando al otro como un sujeto con derecho a renovar el deseo y el compromiso.
Comprender y respetar lo que la otra persona necesita es desbloquear el amor de ataduras, permitiéndole que piense y actúe de forma diferente. Se trata de crecer juntos, tanto a nivel profesional como personal, no de forma aislada.
Amemos sin apegos, sin miedos, sin egoísmos ni condiciones, recordemos que el amor es la única cosa que alivia el sufrimiento, reaviva la felicidad y nos hace sentir que la vida mereció la pena vivirla.
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