¿Quién no ha acompañado alguna vez la degustación de un buen vino con su disco favorito? o simplemente, ¿quién no recuerda la banda sonora de esos momentos especiales acompañados de alguna copita de vino? Esto se corresponde con la teoría cognitiva que establece que la música estimula áreas específicas del cerebro. Somos seres asociadores, y nos encanta asociar melodías con momentos y fusionarlos con otras percepciones.
Un año más realizo en el prestigioso restaurante pacense ‘Gladys’ el proyecto ‘Sinestesia’, de la mano de su gerente, Manuel Ramírez. Disfrutar de una buena copa de vino mientras se escucha música no es novedoso. Casi todos tenemos canciones que nos ayudan a levantar el ánimo, o que nos ponen tristes, o que nos relajan. El placer que percibimos al escuchar una música que nos gusta provoca en el cerebro la secreción de dopamina, un neurotransmisor responsable de las sensaciones placenteras.
En las catas pretendo que mi piano acompañe sin invadir, y que haga pasar un buen rato a quien lo escuche, intentando que sus sentidos y sensaciones se agudicen, porque el vino es música líquida; existe en el tiempo, mientras se degusta o mientras se escucha.
La riqueza aromática de un gran vino solo puede compararse a la riqueza tímbrica y armónica de un conjunto musical. El vino, como la música, tiene una línea horizontal, melódica, sus aromas; y una línea vertical, armónica, la experiencia palatal. Según discurre por nuestra boca va expresando su melodía en un juego plurisensorial que emociona al tiempo que nos trasforma. La música también es un fiel reflejo de las sensaciones de boca. Así, los vinos sin suficiente acidez producen una sensación de ‘monotonía’, asimilada a la función que la disonancia tiene en la música.
Más de 100 personas han participado en esta propuesta. Durante casi una hora y media el sonido del piano (unas veces delicado, otras enérgico) intenta distanciar de la realidad a los asistentes y transportarles a otro mundo. Con la música la mente se relaja y el vino sabe mejor.
Como pasa con todo, habrá creyentes en el poder de la música sobre el cerebro, habrá escépticos que lo pongan en duda, pero creo que estaremos de acuerdo en que una copa de buen vino, acompañada de buena música, supone un placer para los sentidos.
¡Salud!
Pedro Monty
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