A principios de octubre participé en el encuentro Mondial Tech, celebrado en el marco del Salón del Automóvil de París. Seis días dedicados al futuro inmediato de la automoción y, por extensión, de la movilidad. El despliegue de actividades, la riqueza y calidad de los ponentes, la diversidad de temas abordados y los ocho concursos de ‘startups’, con diez finalistas cada uno, solo son comparables con el espectacular Salón que sirvió de excusa para su celebración.
El encuentro dejó varias conclusiones:
– El futuro de la movilidad urbana pasa por vehículos conectados, compartidos, eléctricos y autónomos. Posiblemente, en ese orden.
– Las inversiones en infraestructuras que esto supone obligarán a articular colaboraciones público-privadas e interempresariales de dimensiones nunca vistas.
– Los datos serán claves, para organizar flotas de vehículos, para asegurar el funcionamiento de vehículos autónomos, para establecer políticas dinámicas de tráfico, para personalizar experiencias de movilidad…
– La conducción autónoma completa llegará no antes de 2040. Pero muchos la disfrutaremos solo como servicio, sin llegar a tener vehículo autónomo en propiedad.
– El aumento de tiempo disponible al no conducir afectará a sectores tan imprevistos como el entretenimiento (habrá que diseñar formatos consumibles en desplazamientos cortos) o la hostelería (reducción de pernoctaciones al viajar de noche).
– Pagaremos por movernos, pero no poseeremos vehículos. La propiedad se concentrará en grandes empresas que manejarán centenares de miles, o millones, de vehículos.
– Los coches compartirán protagonismo con otros vehículos personales, como patinetes y bicicletas eléctricos, así como otros conceptos aún por pulir.
– Las ciudades recuperarán mucho espacio para sus habitantes y se lo restarán a los coches.
– Todos (fabricantes, distribuidores, operadores…) están inquietos por la transformación que ya ha comenzado. No tienen claro cuáles serán las posiciones ganadoras en ese futuro escenario.
La única pena del encuentro fue la escasísima presencia española, nula entre las 80 ‘startups’ finalistas y reducida a Alejandro Agag y Bruno Fernández-Ruiz en las ponencias. Una pena para un país en el que el sector de la automoción tiene un peso comparable al del turismo.
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