Este cuento es un relato que posiblemente todos recordaremos y que nos puede resultar de utilidad a la hora de enfocar las fantasías o sueños sin acción. Pensamientos que nos resultan muy placenteros, pero que, en realidad, si no hacemos nada por lograrlos no saldremos de una ficción mental.
En la fábula de la lechera la chica llevaba un cántaro de leche sobre su cabeza, pensaba que su leche era tan buena que daría nata, la nata mantequilla y del dinero que sacara de la mantequilla compraría huevos, de los huevos lograría pollitos y con el dinero de su venta se compraría un vestido. Estaría tan hermosa que el hijo del molinero la sacaría a bailar y en el primer intento del muchacho ella le diría que no. Al hacer el gesto con la cabeza el cántaro se le cayó al suelo, se derramó el contenido y se quedó sin leche, sin nata, sin mantequilla, sin pollitos… y sin su sueño.
A veces sucede que hacemos planes sin una base sólida y fantaseamos con ellos. Esto suele pasar cuando soñamos y soñamos, pero no actuamos, o no tenemos la perseverancia suficiente para lograr ese sueño que anhelamos.
Este cuento puede tener dos condicionantes; uno muy positivo, soñar con el éxito de nuestra actividad; y otro más negativo si, como nos decía la moraleja, dejamos volar nuestra imaginación de deseos y éxito sin control alguno, la realidad se volverá del revés.
Ser positivos es importante y tener sueños también lo es, pero estos sueños deben estar acompañados de motivación para conseguirlos; nada sucede por arte de magia, sino a través del esfuerzo y la constancia, para no entrar en el ‘efecto cuento de la lechera’.
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