Virtudes del político. Grada 99. ¿Qué pasó?

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Félix Pinero

Pedro de Lorenzo sostiene que el político nace y se hace; que el arte de gobernar a los hombres puede aprenderse y perfeccionarse.

A una semana del día de la investidura, leo en un digital: “La política española no tiene medida: en un instante hemos pasado de no tener acuerdo para la formación del nuevo Gobierno a tener dos posibles…” (Véase ‘bez.ez’ de 23/02/2016). Cuando estas líneas vean la luz, lo tendremos o se habrá iniciado la cuenta atrás: de nuevo a las urnas para dar más luz o mantener la que hubiere, conocido ya el camino.

Memoro hoy dos libros: ‘El político. Arte de conducirse en la vida’(Madrid, Librería de los Suc. de Hernando, 1908), de Azorín (Monóvar, Alicante, 1873; Madrid, 1967), y ‘El libro del político’(Organización Sala Editorial, Madrid, 1972), de nuestro Pedro de Lorenzo (Casas de Don Antonio, Cáceres, 1917; Madrid, 2000). Maestros ambos de la palabra, Azorín ofrece en su obra un conglomerado de consejos, insinuaciones y recomendaciones que ofrece a los políticos, a fin de lo que para él debería ser un político ideal, con ecos de Gracián, Maquiavelo y Saavedra Fajardo.

Pedro de Lorenzo sostiene que el político nace y se hace; que el arte de gobernar a los hombres puede aprenderse y perfeccionarse. ¿Y cómo se llega a político?, se pregunta, y se contesta: primero, la vocación, aunque lleve aparejada la ambición, reina del corazón humano. Requisitos previos -querer, poder- del político; primero, el querer; pero no basta el querer. A vocación y ambición han de sumarse otras facultades, porque no siempre querer es poder. Vocación, ambición, salud, edad cabal, ejercitarse en los quehaceres, y la curiosidad por lo que sucede en su alrededor. Fija el escritor tres artes en el político: llegar, prevalecer, retirarse. “Llegar a los 30, prevalecer a los 40, a los 60 retirarse”. Añade: “Un sargento de 40 años es viejo; a los 40, es joven un general”. Como Azorín, recuerda a maestros de la política: Aristóteles, o la seguridad; Maquiavelo, o ‘El Príncipe’, tratado de teoría política. Como el poeta, se nace político; pero el aprendiz debe perseverar, servir a un ideario, ayudarse de él y de los ideólogos, de quienes profesan la ciencia de las ideas, aun soñadores e ilusos. Aconseja el escritor al joven político el conocimiento de la técnica de alianzas, especialmente con el adversario, porque es quien más une. Prevalecer es para el político más difícil que llegar y depende de una cosa: vigilar atentamente. Y, finalmente, saber retirarse a tiempo, la más arte de las artes políticas. “La lección ejemplar que puede dejar el político a la Historia radica, precisamente, en saber retirarse voluntariamente”, y lo ejemplifica en Carlos V, en Yuste; en De Gaulle, en Colombey-les-Deux-Églises…

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