Tobias Büscher, periodista alemán, sobre María Dolores. Grada 115

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Cuando era más joven conocí en Madrid a María Dolores. Tenía 90 años y era la viuda de un viejo Guarda Civil. Además, fue la abuela de Mónica, de la que me había enamorado. Un día Mónica me llevó a comer con ella a su piso. Las tapas de su abuela eran una aventura para un alemán: croquetas con el cerebro de vaca. Después María Dolores sirvió un rape con salsa verde (para morir), y mientras tanto cantó ‘El rosario de mi madre’ mejor que el original de Pradera.
Y me decía: “Enrique, mi esposo, era un hombre muy valiente. Y tu padre, Tobias, ¿qué hace?”.
– Es ingeniero, rubio, alto, puntual y poco aventurero.

Poco después Mónica se fue a estudiar a Estados Unidos. Un choque para María Dolores, y para mí. Y yo, entonces estudiante alemán en la Complutense, mantuve la relación con María Dolores, que vivía prácticamente al lado, en Huertas. Ella era, al contrario que mis abuelas alemanas, mucho más cariñosa. Yo, creo hoy, era un bicho raro para ella, ¡sobre todo porque intenté cocinar en su cocina! Fue la receta alemana ‘Cielo y tierra’ (‘Himmel und Erde’) con patatas de la tierra y manzanas del cielo, y, cómo no, salchichas.

Imposible. Había hecho la compra, y empecé, pero Dolores de repente se puso tan nerviosa que me echó de la cocina. “Tobias, te he dicho que sí, pero no puede ser. Entiende, hijo, en medio siglo aquí no ha cocinado nadie excepto yo. Y mucho menos un chaval”.
– Vale Dolores, entonces te invito a comer.
– “Tobias, tú eres estudiante.”
– Sí, Dolores, y además un macho casi español. Te llevo a casa después de la cena para salvarte la vida si viene un ogro.

¿Qué os voy a decir? Me fui con ella a cenar al restaurante Casa Botín. María era una mujer muy guapa, de pelo largo gris y ojos negros como un lago en la noche. Plato primero, segundo, postre. Y lo pasamos bomba. Éramos como dos mundos completamente diferentes. Le conté que las mujeres en la Universidad en Alemania no quieren ser como sus madres. Más intelectuales, menos cocineras. Y que la forma más eficaz de ‘suicidar’ a una alemana es cocinar para ella.
– “Tobias, ¿qué me dices? Qué raros tus compatriotas. ¿Qué cocináis en Alemania?”.
– Dolores, ‘Coque au vin’ o pasta, depende del gusto. Y, si veo algún día a una mujer tan guapa como tú, tortilla, o croquetas (pero para las alemanas mejor con jamón que con cerebro de vaca.

Al final la llevé a su casa. Me despedí. Volví poco después a mi país. No nos hemos visto nunca más porque pocos meses después María Dolores se reunió con el hombre de su vida en el cielo, Enrique, el Guardia Civil.

Y 20 años después os digo ¡qué mujer!

Por cierto. En mis fiestas aquí en Colonia mis amigos siempre quieren una canción que conocen solo de mí, ‘El rosario de mi madre’. Menos mal que no veis cómo bailamos mientras tanto.

Un saludo muy cordial desde Colonia.

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