Foto: Miguel Zaragozá
Nacida en Badajoz en 1991, Carolina Ortega Yuste, conocida como Carolina Yuste, ha ganado este año el Goya a la mejor actriz de reparto por su papel en la primera película de la directora Arantxa Echevarría, ‘Carmen y Lola’. Tras formarse en Madrid en la Real Escuela Superior de Arte Dramático y en el centro de investigación teatral La Manada, empezó a trabajar en teatro en 2012 representando ‘Las Brujas’. Su primera incursión en el cine fue en 2016, en el largometraje ‘Historias románticas (un poco) cabronas’, de Alejandro González Ygoa; y en televisión ha participado en series como ‘La sonata del silencio’ y ‘Brigada Costa del Sol’. También ha interpretado a una esclava siria en el ‘Séneca’ de Emilio Hernández en el Festival de Teatro Romano de Mérida de 2017.
¿Cuándo te empezó a llamar la atención el mundo de la interpretación?
Desde muy pequeña, aunque la verdad es que yo quería ser bailarina. Empecé en Badajoz a ir a clases de danza y después me integré en el grupo de danza africana de Cristina Rosa, donde hacíamos un montaje que mezclaba danza e interpretación.
Me interesaba estudiar teatro gestual, más relacionado con el cuerpo, el movimiento, y no tanto con la palabra, y me fui a Madrid; me presenté a las pruebas de la Escuela de Arte Dramático, pero me suspendieron. Después conocí a un profesor del centro de investigación teatral La Manada y empecé a prepararme para el año siguiente, pero por la disciplina textual.
Lo que yo tenía claro es que me quería dedicar a algo que tuviera que ver con la expresión artística, porque ya con 2 años le cantaba a mi madre ‘María de la O’, y nunca me llegué a plantear estudiar en la Universidad ni Formación Profesional.
¿Cómo fue el proceso de dejar Badajoz con 19 años e irte a Madrid a estudiar?
Después de que no me cogieran en la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid no quería volver a Badajoz, porque sabía que si me quería dedicar a esto me tenía que formar en Madrid, donde yo concebía que estaban las mejores escuelas.
Ese primer año me puse a trabajar en una tienda a la vez que me pagaba la formación; al año siguiente, cuando entré en la Resad con una beca al ser un centro público, me centré solo en la escuela.
¿Sigues formándote en la actualidad?
Sí, la interpretación es una carrera de fondo y hay que estar constantemente renovándose. Cada vez que hay algo que me interesa o alguien de quien considero que puedo aprender, allá que voy. También aprendo muchísimo de mis compañeros de trabajo. Además, me interesa mucho la Antropología, que creo que tiene mucho que ver con mi profesión; el estudio social, de las culturas, de diferentes maneras de vivir y de pensar también me ayuda a crear un personaje. Tienes que ir nutriéndote de un montón de cosas.
¿Cómo surgió tu nombre artístico?
No fue una decisión premeditada; al poco tiempo de llegar a Madrid se equivocaron en uno de los carteles, y me pusieron Carolina O. Yuste. A partir de ahí la gente empezó a conocerme como Carolina Yuste y me ponían en los carteles así, y decidí dejarlo así.
¿Te has planteado alguna vez dar el salto a Estados Unidos o trabajar fuera de España?
Si soy honesta, Estados Unidos no es el lugar que más me llama la atención. Me gustaría mucho más hacer cine europeo o trabajar con directoras francesas que son maravillosas, o por ejemplo con el canadiense Xavier Dolan. No voy a negar que llama mucho la atención lo de Hollywood, pero por ahora no está entre mis objetivos; y, sobre todo, tengo que aprender idiomas para poder trabajar fuera.
Cuéntanos la curiosa historia de cómo te llegó el papel de Paqui de ‘Carmen y Lola’.
Un amigo mío, Diego, escuchó en un bar de Lavapiés a una directora y a una productora hablando sobre un proyecto y buscando una actriz gitana, y se acercó a hablarles de mí; les enseñó una foto mía de Facebook y pensaron que era gitana; de hecho, me lo preguntaron en el casting y mi respuesta fue: “que yo sepa no, pero nunca se sabe, ponte a ver el árbol genealógico, gitana o árabe seguro que en este país, la mayoría”. Me hicieron una prueba y me cogieron para la película.
¿Qué te ha aportado tu papel de Paqui, una mujer gitana y trabajadora social en una asociación del extrarradio de Madrid?
Creo que no se trata solo de mi personaje, sino del proyecto en sí. Había mucha confianza en el equipo, y teníamos tantas ganas de contar una historia así, de reivindicar muchas cosas, las diferencias del amor, quererse, compartir… yo era muy consciente de eso antes, pero esta película me reafirmó en mis ideas y en lo que quiero que sea la sociedad.
También fue muy importante el nivel del equipo, cómo puedes con muy pocos medios entregarte tanto a un proyecto; y el Arte tiene que ver con esto, con confiar en que lo que haces puede cambiar estructuras, o puede hacer que la gente reflexione. Yo creo que el día que decidí que quería ser actriz era para hacer este tipo de trabajos.
¿Cómo viviste tu nominación al Goya y el hecho de haberlo ganado?
Yo estaba muy tranquila porque ni de lejos pensaba que me lo darían a mí. Estuve como 24 horas después esperando que alguien me llamase y me dijese “Carol, es que se han equivocado”. Que la gente de tu profesión te reconozca con la nominación ya es genial, y también estaba muy feliz porque las otras tres compañeras nominadas como actriz de reparto me parecían tres referentes que me han inspirado muchísimo.
También es importante tomárselo con normalidad; está muy bien, es cierto que es maravilloso que reconozcan tu trabajo y te da más presencia, pero también es cierto que un Goya no implica nada; hay mucha gente que ha ganado un Goya y luego ha estado tres años sin trabajar. Estoy muy contenta, por un lado, pero también soy realista y muy consciente de que esto no cambia nada, que hay que seguir trabajando y hacer películas como esta para que pueda llegar a mucha gente.
Además de cine y televisión has hecho, sobre todo, teatro. ¿En qué medio te sientes más cómoda?
Quizás en el teatro, precisamente por haber trabajado más, porque al final también es una cuestión de experiencia. Depende mucho del proyecto; te adaptas al medio, porque no es lo mismo tener un primer plano con una cámara que actuar en el Teatro Romano de Mérida ante 3.000 personas, o en una sala pequeña de Madrid. Pero lo que de verdad importa es el proyecto, el medio da un poco igual.
¿Y cómo fue la experiencia en el Teatro Romano de Mérida?
Actué en 2017 en ‘Séneca’, un montaje de Emilio Hernández que habíamos hecho en el Centro Dramático Nacional. Cualquier actor o actriz desea profundamente actuar allí, y yo además lo hice el día de mi cumpleaños. Actuar ante miles de personas, de noche, con todo el cielo lleno de estrellas, con esas piedras por las que ha pasado tantísima gente y con tantísima energía que se ha quedado ahí. Es increíble, me encantaría repetir en algún momento de mi vida.
¿Cómo afrontas el proceso de transformarte en otra persona para interpretar un papel?
No sabría definirlo muy bien. Cuando estuve formándome hacía mucho trabajo de análisis y profundizaba en lo que estaba pasando en las escenas, y esa técnica la sigo usando. Además, siempre intento hacer un ejercicio de encontrarme en un punto medio con el personaje y traérmelo a mí, para ser lo más honesta posible con la historia que estoy contando, entender al personaje y defenderlo. Luego te juntas con un equipo que también te va dando pautas, y al final vas mezclando lo que has estudiado, tu propia actuación y, según el personaje, también te informas del contexto o de la época en que se desarrolla la historia, porque todo tiene que ver con la honestidad.
¿Hay actores o actrices por quienes tengas una especial preferencia o en quienes te fijes especialmente?
Hay muchísimas actrices que no trabajan mucho, porque esta profesión es muy compleja, de las que aprendo constantemente y a las que llamo cuando necesito crear algún personaje. Hay actrices en este país que me parecen una barbaridad, como Bárbara Lennie, Natalia de Molina, Natalie Poza, o Carmen Machi; y Esther Ortega, que fue mi compañera en ‘Suaves’, con la que he trabajado dos veces en teatro y de la que aprendo constantemente.
¿Y alguna película preferida?
‘Mami!’, de Xavier Dolan; y, de este año, ‘Entre dos aguas’, de Isaki Lacuesta.
¿Hay algún género en el que te sientas más cómoda?
Yo soy una ‘drama queen’ máxima, pero tengo muchas ganas de hacer comedia, porque creo que la gente necesita pasarlo bien; la comedia está muy devaluada, pero se puede hacer muy buena comedia contando historias muy profundas. Hay directores de comedia maravillosos y a la vez que estás riendo te están contando una historia muy profunda y con una gran carga dramática. Quiero hacer una comedia dramática, me gusta mucho el drama, pero también hay que pasárselo bien.
¿En qué proyectos estás metida ahora?
Hay varias cosas que aún no se pueden decir, pero sí que en enero de 2020 estreno en el Teatro Español una función que se llama ‘Prostitución’, que dirige Andrés Lima, con Carmen Machi y Natalie Poza.
¿Cómo es Carolina Yuste fuera del escenario o de los focos?
Soy muy normal. Me gusta estar con mi gente, las cosas pequeñitas de la vida, disfrutar, estar tranquila, descansar. De mi tierra no echo de menos el calor, pero soy absolutamente bellotera y añoro mucho a mi gente. La cabra tira al monte y yo, que me pongo muy fina porque he trabajado mucho las ‘jotas’ y las ‘eses’, me preguntan de dónde soy y digo “de ‘Badahó’”. Y aprovecho para decir que Extremadura es la gran desconocida de este país, estamos como detrás de una cortina y no nos ubican muy bien, no saben si somos andaluces o portugueses, pero el carácter de los extremeños es muy fuerte y noble; estoy muy orgullosa del lugar de donde vengo.
¿Cuál es el papel de la mujer en el cine, en particular, y en la sociedad, en general? ¿Está suficientemente valorada?
No, en mayúsculas. Como estamos alzando más la voz e intentando conquistar espacios es cierto que hay nuevas realizadoras, directoras, guionistas… Pero el problema es que sigue siendo mucho más el dinero destinado a películas hechas por hombres. Dicen que las películas de las directoras son más intimistas, más sensibles, pero lo que hay es menos dinero; dadnos cinco millones de euros, a ver si también hacemos un ‘X-Men’ de mujeres. Y, a nivel de las historias, el director hace tramas masculinas, los personajes femeninos están relegados a ser la hija, la amante, la madre, la cuñada… normalmente personajes sin identidad ni trama propias, sino supeditadas a la trama masculina.
Casi en cualquier escuela o universidad hay más mujeres que hombres. ¿Qué pasa en ese tránsito entre la escuela y el mundo profesional? Que no nos dan nuestro espacio. Eso está cambiando, como hemos visto este año, por ejemplo, en los Goya, cuando entre las nominaciones a la dirección novel había un director y tres directoras; además es una cuestión social, somos la mitad de la población y se tendrá que ver nuestro punto de vista sobre el mundo en el que vivimos. Yo tengo mucha esperanza, y si el cine quiere ser un reflejo de la sociedad también debe adaptarse en este sentido.
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