Julio Esteban Ortega
En la lista de antropónimos más representativos de nuestros antepasados se encuentra uno muy especial: Camira. Este nombre, que solo aparece en femenino, pues no hay por ningún lado un Camiro, solo lo conocemos, como ya es habitual, a través de las inscripciones romanas en forma de epitafios o aras dedicadas a las distintas divinidades, bien sean del panteón indígena, bien del romano.
El número de testimonios epigráficos con este nombre se acerca a la veintena y su dispersión es muy significativa, pues la mayor parte de ellos se concentra en la provincia de Cáceres y el distrito portugués de Castelo Branco. En definitiva, Camira era un nombre muy utilizado en los territorios norteños de la antigua provincia romana de Lusitania y, que sepamos, no se conoce fuera de nuestras fronteras. En la provincia de Cáceres las dos zonas que cuentan con mayor número de testimonios son las controladas por las antiguas ciudades de ‘Caurium’ (Coria) y ‘Turgalium’ (Trujillo). En lo que a las tierras portuguesas se refiere, hay una importante concentración en otro importante núcleo de población romano, ‘Civitas Igaeditanorum’ (Idanha-a-Velha e Idanha-a-Nova) en Castelo Branco.
Los ciudadanos romanos eran muy escrupulosos con el sistema de denominación y procuraron diferenciarse de quienes no lo eran. Así, el nombre de los ciudadanos generalmente constaba de tres elementos, que es algo parecido al nombre y los dos apellidos actuales, pero entre los que se intercalaban la filiación paterna y la tribu en la que estaba inscrito como ciudadano romano. Los no ciudadanos, entre los que se encontraba la mayor parte de los individuos de las poblaciones indígenas conquistadas, solo tenían un nombre seguido de la filiación paterna y, a veces, la materna, como en el caso de la inscripción hallada en la localidad cacereña de Abertura, cuya foto aparece aquí reflejada. En ella, Camira, hija de Tertia, era una antigua esclava que había sido liberada y que seguramente había contraído matrimonio con un colono llegado de Italia de nombre Gargenna.

El festival también incluye un amplio programa de actividades paralelas durante el mes de noviembre, como el programa ‘Cine y escuela’ en el Centro Cultural Alcazaba, con proyecciones para escolares; el taller práctico ‘Diseñar para la cámara’, impartido por el director de arte Damián Galán Álvarez, los días 8 y 9 en la Sala Trajano; un concierto el 16 de la Banda de Música de Mérida en el Centro Cultural Alcazaba; o la exposición de los 20 carteles oficiales del festival del 17 al 30 de noviembre en el mismo espacio.