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‘Three girls’, de Amrita Sher-Gil. Grada 162. Inmaculada González

‘Three girls’, de Amrita Sher-Gil. Grada 162. Inmaculada González
Foto: Wikimedia Commons. National Gallery of Modern Art. Nueva Delhi
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A Amrita Sher-Gil se le suele llamar la Frida Kahlo de la India, por la mezcla de la estética, la retroalimentación entre su arte y su ser femenino en un mundo de hombres, por las formas de arte tradicionales y occidentales, y por sus ambiciones ideológicas.

Su padre, aristócrata indio, y su madre, cantante de ópera húngara, descubrieron pronto su talento para la pintura. Considerada la iniciadora del arte moderno en la India, Amrita fue una artista sensual y provocadora, con carácter y determinación, un alma libre que estudió en Paris, en la École des Beaux-Arts, en donde encontró la manera de expresar su pasión encendida por el mundo y las experiencias nuevas. Allí fue influenciada por el trabajo de Cézanne, Modigliani y Gauguin.

En 1934 abandonó París, justo cuando había comenzado a tener cierto éxito, y regresó a la India. Viajó por el sur y se sintió profundamente conmovida por la difícil situación de muchas personas desfavorecidas. Amrita vio la oportunidad de expresarse a través de colores brillantes y las pieles oscuras de los granjeros y campesinos del país de su padre. Al incorporar las tradiciones indias, había redescubierto su propósito y estilo de pintura. Incluso le escribió a uno de sus amigos, diciendo que Europa pertenecía a personas como Picasso y Matisse, mientras que la India le pertenecía a ella.

Su estilo estaba en marcado contraste con el de sus contemporáneos. Sher-Gil era una colorista excepcional, ya que fue capaz de lograr efectos especiales con los colores, que eran desenfrenados y audaces. La pintora comenzó gradualmente a redescubrirse a sí misma al representar temas indios con métodos tradicionales. Aparte de la pintura era también versada en tocar el piano y aficionada a la lectura.

Se casó con su primo Victor Egan, médico. Se instalaron en Lahore, Pakistán, en uno de los palacios principales, y ella montó allí su estudio. Sin embargo, muy poco tiempo después comenzó con unos malestares que no lograron ser diagnosticados y cayó en coma. Poco después de haber inaugurado su primera exposición individual, la mayor innovadora del arte moderno en la India enfermó de gravedad y murió con tan solo 28 años. Nunca se supo exactamente qué pasó; hay muchas versiones: un aborto fallido, tuberculosis… pero su madre sospechó de los celos de su marido. Ella era tan inmanejable, tan libre e independiente, con sus prioridades artísticas, y tan seductora, que él mismo, usando sus conocimientos y contactos de médico, pudo haberle provocado alguna enfermedad.

Amrita fue galardonada con una medalla de oro en París, como premio a su talento como pintora. Aunque sus pinturas estuvieron sin venderse mientras estaba viva, sus obras fueron muy apreciadas tras su muerte, llegando a ser una de las pintoras de la India más cotizada de todos los tiempos.

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