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Abundancia infinita

Abundancia infinita. Grada 178. Ramón Palacios
Foto: Pixabay. Gerd Altmann
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Si nos preguntaran si consideramos que el desarrollo de la tecnología es bueno, seguramente diríamos que sí; solo hay que pararse a pensar en los grandes avances creados por el hombre que han mejorado notablemente el desarrollo de la humanidad, como la imprenta y la máquina de vapor, o vacunas e implantes médicos si nos venimos al pasado más reciente.

Todos estos avances tenían un denominador común: eran creados y controlados por el hombre. El problema surge cuando se crea algo que se escape al control del propio creador, y lo acabe controlando, como parece que podría pasar.

Recientemente, más de 1.000 líderes en el campo tecnológico, entre los que se encuentran personalidades tan relevantes como el cofundador de Apple Steve Wozniak; el CEO de Tesla y SpaceX, así como de Twitter, Elon Musk; o el cofundador de Skype Jaan Tallinn, han firmado una carta abierta advirtiendo de una posible “pérdida de control de nuestra civilización” a causa de la inteligencia artificial (IA) descontrolada.

En la misiva se pide el desarrollo de un sistema de gobierno que regule, revise y evalúe a los sistemas de inteligencia artificial de alta capacidad computacional, y que no haya sorpresas inesperadas, como la protagonizada recientemente por ‘Bard’, el ‘ChatGPT’ de Google, que por su propia cuenta y riesgo se ha puesto a aprender idiomas, en concreto el bengalí, el idioma oficial de Bangladés, de tal forma que puede ejercer como traductor. Sus propios creadores no son capaces de entender cómo ha podido hacerlo, pues no estaba diseñado para ello.

Los modelos de lenguaje como ‘ChatGPT’ o ‘Bard’ utilizan algoritmos de Deep Learning (aprendizaje profundo) que permiten enseñar a la inteligencia artificial a trabajar como lo haría un cerebro humano, con tomas de decisiones, aprendizaje evolutivo, etc., y así entender y comprender cómo funciona el lenguaje, e ir aprendiendo de sus errores y de conversar con los humanos. El problema es que, una vez han sido programados con estos algoritmos, lo que pasa dentro de esos ‘cerebros’ se escapa a la comprensión de sus propios creadores, pudiendo plantear profundos riesgos para la sociedad y la humanidad.

La carta pide literalmente lo siguiente: “Hacemos un llamamiento a todos los laboratorios de IA para que pausen de inmediato, durante al menos seis meses, el entrenamiento de los sistemas de IA más potentes que GPT-4”; el objetivo es dar tiempo a crear unos protocolos de seguridad adecuados y supervisados por entidades independientes.

Acabo este artículo con un término que podría poner patas arriba la economía y dar un giro radical a nuestra forma de vida: abundancia infinita; es lo que podría pasar si permitimos que la IA pueda recombinar y generar contenido digital de la ‘nada’, como ya está sucediendo. ¿Pagaremos por obras de arte o libros si los puedo generar de forma automática y sin fin? Lo mismo podríamos preguntarnos sobre otros campos como la publicidad, la música o el cine. ¿Seremos capaces de parar para dar un paso adelante?

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