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El valor de comprender a los niños altamente sensibles. Desafíos y oportunidades en el aula y el hogar

El valor de comprender a los niños altamente sensibles. Desafíos y oportunidades en el aula y el hogar
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¿Alguna vez habéis observado que ciertos niños perciben detalles que otros pasan por alto? ¿Habéis notado cómo algunos se emocionan intensamente ante situaciones cotidianas o buscan apartarse en momentos que parecen triviales para los demás?

¿Vuestro hijo reacciona de forma muy sensible a ruidos, luces o cambios inesperados y no encontráis una explicación clara? ¿Os inquieta que sus emociones sean más intensas o duraderas que las de otros niños de su edad?

Si alguna de estas situaciones os resulta familiar, este artículo busca aportar una perspectiva cercana y reflexiva sobre el tema, basada en mi experiencia en el aula. Los niños altamente sensibles perciben su entorno de manera más profunda y detallada que otros. Se estima que este rasgo está presente en aproximadamente el 15-20% de la población, según las investigaciones de la psicóloga Elaine Aron, referente en el estudio de la alta sensibilidad.

Este tipo de sensibilidad no es una anomalía que deba corregirse, sino una cualidad innata que influye en la forma en que estos niños procesan la realidad que los rodea. Su agudeza para captar estímulos externos, junto con una empatía desarrollada, los lleva a reflexionar intensamente sobre sus vivencias. Sin embargo, esta sensibilidad puede derivar en sobrecarga sensorial o ansiedad, lo que representa un reto tanto para ellos como para sus familias.

La alta sensibilidad puede manifestarse de distintas formas. Algunos niños son extremadamente sensibles al ruido o a las aglomeraciones, mientras que otros reaccionan de forma marcada ante cambios repentinos o situaciones conflictivas. Tienen una capacidad excepcional para percibir el estado emocional de los demás y, a menudo, absorben las emociones del entorno. Aunque esta capacidad puede ser una ventaja en ciertos contextos, también puede generarles confusión y fatiga emocional. En el ámbito escolar, estos niños suelen destacar por su creatividad y agudeza perceptiva, pero pueden mostrarse inseguros o reservados si sienten que no se les comprende.

Mi interés por este tema surgió tras observar patrones comunes en varios alumnos a lo largo de los años. Algunos mostraban una sensibilidad aguda ante ruidos como el arrastre de sillas o el murmullo constante en clase, lo que luego identifiqué como misofonía. Estos estímulos provocaban en ellos incomodidad, llegando en algunos casos a necesitar apartarse o a derramar lágrimas. Generalmente preferían actividades tranquilas, pero al mismo tiempo demostraban una empatía sobresaliente, consolando y apoyando a sus compañeros en momentos difíciles. Con el paso del tiempo, comprendí que, si se les brindaba el apoyo necesario, estos niños podían canalizar su sensibilidad en algo positivo, transformándola en una fortaleza para su crecimiento personal y académico.

La experiencia de estos niños va acompañada del recorrido que atraviesan sus familias, quienes a menudo se enfrentan a dudas y falta de comprensión. Los padres perciben que sus hijos reaccionan de forma diferente, pero no siempre encuentran respuestas claras. Las dificultades que presentan en situaciones sociales o escolares, así como sus reacciones emocionales intensas, generan inquietudes y, a veces, culpa. Es común que reciban comentarios del tipo “es normal, ya se adaptará” o “debes dejar que se acostumbre”, los cuales, aunque bien intencionados, tienden a aumentar su confusión y aislamiento.

Es esencial entender que la alta sensibilidad no es resultado de una crianza inadecuada, ni los padres están magnificando la situación. Su objetivo es proteger a sus hijos y ofrecerles herramientas para desenvolverse en un mundo que, a menudo, les resulta abrumador. Sin embargo, sin la orientación y el apoyo adecuados, estos padres pueden sentirse superados.

Basándome en mi experiencia como docente, y a partir de formaciones especializadas en alta sensibilidad, he observado que algunas estrategias son especialmente útiles para acompañar a estos niños y sus familias. Entre ellas destacan:

  • Ofrecer recursos y orientación: Proporcionar a los padres información clara sobre la alta sensibilidad y guías para adaptar el entorno a las necesidades de sus hijos.
  • Crear espacios de calma: Establecer áreas tranquilas dentro del aula donde los niños puedan retirarse cuando necesiten reducir estímulos.
  • Promover la comprensión en la comunidad: Educar a otros niños, familias y docentes sobre la alta sensibilidad contribuye a generar un ambiente de empatía y aceptación.
  • Desarrollar técnicas de regulación emocional: Incluir prácticas como ejercicios de respiración, actividades artísticas o juegos sensoriales puede facilitar la gestión emocional de los niños.
  • Fortalecer sus habilidades y talentos: Muchos niños altamente sensibles sobresalen en campos creativos como la música, el arte o la escritura. Fomentar estas áreas les ayuda a reforzar su autoestima y sentirse valorados.

Aunque puede haber dificultades en el camino, trabajar con niños altamente sensibles es una experiencia gratificante y enriquecedora. Estos niños aportan una visión distinta y una sensibilidad que, si se cultiva adecuadamente, puede convertirse en un gran activo. En entornos comprensivos y respetuosos, desarrollan habilidades extraordinarias que enriquecen tanto sus vidas como las de quienes los rodean.

La alta sensibilidad, lejos de ser una limitación, puede ser una fuente de creatividad, fortaleza y conexión genuina con el mundo. Recordad que, con amor, paciencia y comprensión, cada pequeño paso cuenta y cada avance es una victoria que ilumina el camino hacia un futuro lleno de posibilidades.

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